Revista Cultura y Ocio
Termino una novela del periodista Raúl del Pozo: No es elegante matar a una mujer descalza (2001), que me parece hiperbólico calificar de perdurable, pero que sí tiene una correcta traza. Durante años he leído elogios hacia la prosa de este autor, por parte de Francisco Umbral, y lo cierto es que no acabo de entender la causa: es lo más opuesto que hubiera podido imaginar a la fantasía multicolor, metafórica y juguetona del vallisoletano. Supongo que Umbral aplaudía su obra porque eran amigos, porque estilísticamente no alcanzo a descubrir los motivos.Es admisible que se vaya “al coño sin pasar antes por las tetas” (como indica el sutil Montero Glez en el prólogo), pero hay ritmos que no admiten aceleración sin que se pierda buena parte del perfume novelesco o literario. Y resulta evidente que en estas hojas Raúl del Pozo se salta a veces la barrera por “rapidez periodística”. Quizá vuelva a otro libro suyo, aunque sin prisa.He subrayado una frase en el tomo: “La fortuna no regala favores, los vende”.