En Venezuela -no entraré en el debate de lo bueno o malo que es Hugo Chávez- hay un hecho que me llama la atención. Los opositores al gobierno han adoptado parte del programa electoral chavista. Es tan fuerte el arraigo de las ideas de extensión social proclamadas por el chavismo que el hecho de no adaptarlas significa vegetar políticamente. Los militantes del PSUV y sus simpatizantes han llevado a cabo una campaña de propaganda socialista tan fuerte que han educado a amplias capas de la población en lo positivo de la cobertura sanitaria universal, la educación gratuita y los derechos laborales que la sociedad ya identifica estas cosas directamente con el bien.
La educación social -la victoria de unos valores sobre otros- ya se ha conseguido en Venezuela, pasará mucho tiempo antes de que se pueda plantear directamente la privatización de muchos de los servicios del país. En Bolivia pasa algo parecido y los nativos defienden su sistema social -en amplia extensión con las actuales reformas- con uñas y dientes, en lo que es un ejemplo que debería de enorgullecer al mundo.
En Europa el panorama es bien distinto. Los gobiernos de izquierda se contentan con gestionar la economía de manera que vaya bien, pero sin mejorar su significado y sin politizarla. La economía siempre es política, por mucho que nos digan que es algo neutral, este es el argumento perfecto para que la ciudadanía mantenga sus manos lejos de la misma, como algo que no tiene nada que ver con los sistemas políticos y mucho menos con la democracia. Es el argumento perfecto para que la economía nos gobierne.
Pero esto no puede ser menos falso: es la falacia suprema. La economía -y lo sabemos desde Marx- es la que crea las condiciones políticas en mayor parte, aunque exista también una parte de factor subjetivo, determinando las políticas, el status social de sectores enteros de una sociedad y la capacidad de los mismos para intervenir en la mayoría de los aspectos sociales.
¡Por supuesto que es la economía! No quería traer a error a nuestros lectores. Pero no es la economía como lo entienden los liberales, economía apartada de la gestión pública, es la economía teñida de los colores de la política, no un ente abstracto que tiene sus propias reglas.
Hay distintas maneras de regir la economía, no solo una, así que el argumento de la neutralidad de algo que puede hacerse de varias maneras es absurdo. Sobre todo si se tiene en cuenta que dependiendo de como se gestione esta economía hace que sean unas capas o otras las que gestionen y/o se aprovechen de los recursos.
No se trata de gestionar la economía, sino de cambiarla, de hacerla apta para los nuevos tiempos, adaptarla a la democracia, que la economía no este fuera de la política sino dominada por esta. Es algo que parece vital hoy en día en amplios círculos políticos, que son cada vez más conscientes de que si la política no domina a la economía es esta la que se apodera de la política, reduciéndola a un circo de colorines. Reduciendo la soberanía popular, nacional y la voluntad democrática a cero.