Todas las personas con una cierta sensibilidad artística nos hemos tenido que enfrentar tarde o temprano a un bloqueo creativo. Una hoja en blanco, un lienzo, un lo-que-sea en blanco, tienen en común la falta de ideas.
O la falta de inspiración, como queráis llamarlo. El caso es que es una sensación terrible, difícil de describir a las personas dominadas por el hemisferio izquierdo. La no producción se traduce en un vacío existencial que te transforma en un alma en pena que vaga por Madrid (en busca de otra Musa, claro).
Hasta a mí me parece pedante tanto dramatismo con el tema, pero no es un sentimiento agradable. Nacer con la necesidad visceral de crear es una maldición para las personas perfeccionistas. Y si enlazar cuatro palabras o dar una pincelada es una tarea titánica en un estado de bloqueo, imaginaos cuando encima eres tu peor tribunal.
No es mi intención utilizaros de diario, ni me considero una drama-queen, pero ya van 147 palabras y al principio lloraba por 4, así que tenía que compartirlo.
Tampoco soy una persona que dé consejos (yo no los sigo), sin embargo, como me considero una experta en el tema haré una excepción. Salir de casa, esa es clave, ver una exposición, dar una vuelta, ir al cine, lo que sea; pero cargando con un cuaderno y un bolígrafo. También os convertiréis en almas en pena que vagan por Madrid, pero al menos, iréis preparados.