Más de 6 meses sin escribir en el blog. Más de 6 meses priorizando la “supervivencia” en esta pandemia que nos ha puesto a todos patas abajo y nos ha sacudido la realidad en la que creíamos estar viviendo. Más de 6 meses dándolo todo por mis hijos, haciendo acrobacias con el trabajo y mi profesión, la educación, preocupándome por los abuelos y observando cómo por fin esta sociedad, y en concreto este país, ha puesto las cartas sobre la mesa: este país no es país para niños.
Si de algo está sirviendo esta pandemia es para poner sobre la mesa la niñofobia que existe en nuestro país. La niñofobia de esos vecinos que te critican si durante el confinamiento tus hijos hacen más ruido del que ellos creen que deberían hacer. La niñofobia de cerrar parques infantiles antes que terrazas y bares. La niñofobia de enviar a los niños a casa y hacerlos invisibles ¡durante más de 6 meses!
6 meses sin hacer nada para garantizar el derecho de los niños a la educación. Y no, no me digáis que no hay dinero. No se trata del dinero que hay, sinó en qué lo quieres gastar y esta vez tocaría Sanidad y Educación, las grandes recortadas de todos estos años.
Ver cómo un Estado prepara la vuelta al cole dentro de esta pandemia sólo unos días antes del inicio de las clases, dejando en un “apáñate cómo puedas” a miles de familias.
Muchas de esas familias dependen de sus dos sueldos para poder sobrevivir y dar el mínimo de manutención a sus hijos y que ahora les tocará hacer frente a un regreso a las aulas con múltiples cuarentenas y con la angustia de hacer frente a esta situación sin perder el empleo y sin tener que dejarlos a los abuelos.
Las medidas de conciliación en este país siempre han sido nulas y hoy en día cobra todavía más importancia.
No, no soy de las que crea que tiene que ser el Estado quienes nos solucione los problemas con paguitas, pero todos formamos parte de él, incluso las familias, los niños, y las mujeres, mujeres con un techo invisible que durante años ha impedido que podamos acceder con igualdad de condiciones a cargos de poder, responsabilidad o trabajo, y que ahora, con esta pandemia, muchas nos veremos abocadas a tener que renunciar a nuestros trabajos, a nuestra independencia, para poder cuidar a nuestros hijos. Madres que sí, que amamos a nuestros hijos y haremos lo que haga falta por ellos, pero que queremos luchar para no tener que renunciar a ser también nosotras.
Sí, los hijos son cosa nuestra, no del Estado como ciertos grupos políticos alardeaban hace unos meses. Pero pensad que muchas familias han tenido hijos organizándose en unos pilares que hasta hace seis meses servían y que ahora ya no: abuelos, colegios, casales, ludotecas… Ahora hemos visto las orejas al lobo, así que nadie se pregunte por qué a partir de ahora cada vez son más las mujeres que eligen no ser madres.
Hemos visto cómo la realidad que sustentaba a muchas familias se ha desplumado de un día para otro, y eso, hará recapacitar el tema de la paternidad y la maternidad, y mucho. Sobretodo a las mujeres, mujeres que no estamos dispuestas a volver a la época de nuestras madres o abuelas. Mujeres luchadoras, que queremos ser independientes. Pero ¿qué pasará a partir de ahora? No me gustaría ver como retrocedemos 50 ó 100 años, con mujeres en casa (eh, que no lo critico si así lo quieren, todo lo contrario), para que baje el paro, trabajo para los hombres y la mujer comiendo nuevamente en manos del hombre.
Una brecha social cada vez más acusada, dónde mientras habrá familias que podrán pagar canguros, clases particulares y ordenadores, muchas otras, más de lo que os pensáis, no.
Y ya ni hablemos de familias monoparentales.
Una generación post NiNi, generación Covid ya la llaman, con secuelas que conoceremos dentro de unos años y nos daremos cuenta lo mal que hicimos las cosas cuando eran niños.
De momento, agarraoss que llegan curbas. Que este virus es como una mancha de aceite. Primero caerán los niños. Luego sus madres, padres y abuelos. Después continuará con los compañeros de trabajo de esos padres y madres que han tenido que seguir trabajando y no han podido hacer cuarentena con sus hijos. Y acabará con pequeñas y medianas empresas cerradas durante días por cuarentenas. Que los padres y madres nos quedemos a cuidar de nuestros hijos en esta situación tan excepcional no es sólo un tema de conciliación, sinó también de salud para todos, de prevención.
Ojalá me equivoque.
Crucemos los dedos, no nos queda otra que creer en los milagros cuando no se hacen bien las cosas.