Revista Libros
Cormac McCarthy, en sugran novela “No es país para viejos”, pone en boca del sheriff Bell estas palabras: “Y ella venga a hablar. Al final me dijo: No me gusta a donde va este país. Yo quiero que mi nieta pueda abortar. Y yo le dije, mire señora, tal como yo lo veo no me cabe duda de que su nieta podrá abortar. Es más, creo que además de abortar también podrá hacer que le practique a usted la eutanasia. Lo cual puso fin a la conversación”.
Me impresionó al leerlo: el sheriff Bell tenía razón. La sociedad que hace excepciones al derecho a la vida, termina arrollando incluso a sus autores. Y no me estoy refiriendo sólo a la evidente relación entre aborto y eutanasia. Me refiero a que lo que hace cada ciudadano repercute –para bien o para mal- en toda la sociedad: Todos nos hacemos mejores o peores con la conducta de los demás.
Me ha venido a la cabeza la novela de McCarthy al recibir hoy una buena noticia. Está relacionada con el viaje que hice hace unas semanas con varios amigos desde Cantabria a Tordesillas para asistir a la inauguración de CIDEVIDA (Centro Internacional para la Defensa de la Vida humana). Una de las personas que asistieron estaba embarazada y previamente había tomado la decisión de poner fin a un embarazo que juzgaba inoportuno. Hoy me han dado la noticia de su decisión de ser ayudada por RedMadre y seguir adelante con el niño. Cito este ejemplo concreto porque tengo la convicción de que en su decisión ha influido más que las razones científicas que allí vio y oyó (siendo estas muy importantes), las sinceras sonrisas y sentir un apoyo desinteresado y real. ¡Enhorabuena a ella y a CIDEVIDA!
Este es el texto de la carta publicada en El Mundo, edición de Cantabria. Su autor es el mi amigo Angel Sancho Crespo, Doctor en Medicina y Cirugía. Gracias, Angel. Por cierto, el libro es duro, duro, duro, como un puñetazo en el estómago.