No es “políticamente correcto” alegrarse por la muerte de alguien. BUT, quien ha muerto no es un alguien cualquiera, sino que se trata de Fidel Castro, el hombre que destrozó física y emocionalmente a nuestro país, un hombre que no tuvo un ápice de misericordia para imponerse a quienes se le opusieran matándolos cuando creyó necesario hacerlo, el hombre que por poco provoca una guerra termonuclear que hubiese exterminado de un plumazo a millones de cubanos, un hombre que destruyó familias enteras, un hombre que provocó una ruptura tremenda en el alma de nuestro pequeño país hasta convertirlo en un drama muy difícil de superar aun cuando pasen los años. Millones de emigrados así lo pueden atestiguar.
Yo no me alegro por la muerte de nadie, BUT, tampoco voy a derramar una sola lágrima por la muerte de Fidel Castro, un tirano. Sería como llorar la muerte de quien ni siquiera tuvo un momento de pesar por aquellos a quienes mató, por quien jamás se disculpó por todo lo que trajo de calamidad sobre nuestra nación.
Han comenzado Los Grandes Funerales. Pero este es apenas el primero. Fidel Castro no fue el único en traer sufrimiento sobre nuestro país.
Vice.