Por Matías Ponce
Hablar de PyMES y empresas familiares es entender el peso que tiene este tipo de compañías en la economía de Argentina.
Quizá, este tipo de empresas, sean mucho más ágiles que otras, entendiendo su capacidad de adaptación a los contextos turbulentos que les toca atravesar.
El siempre dar batalla y trabajar en pos de su desafío mayor de no perder a los clientes es lo que conocemos como agilidad. En dichos términos lo definimos como la capacidad de generar y adaptarse a los contextos desafiantes, generando valor de manera temprana. Es decir, ser jugadores de toda la cancha, en tiempo de lluvias, truenos y tsunamis.
Cuando hablamos de metodologías ágiles, para PyMES nos referimos a cuatro elementos que en el mundo de la agilidad llamamos el corazón de la agilidad. Es decir, cómo podemos generar valor de manera temprana y sostenida. Estos cuatro elementos son: entregar valor, colaborar, reflexionar y mejorar.
Primer reto: la colaboración
El primer elemento es poder pensar cómo hacemos para que nuestros equipos se transformen en equipos colaborativos, que tengan la mínima burocracia viable, y este concepto nos lleva a pensar en cómo podemos ganar un equilibrio entre la estabilidad y la flexibilidad.
Para ello, necesitamos colaboración en los procesos, inmersión de las personas, foco y absoluta dedicación en lo que hacen con mirada al cliente.
Esto nos lleva a romper uno de los mitos de las PyMES, donde tiempo atrás decíamos que para que un PyME se profesionalice en términos de management tiene que poder generar departamentos, áreas, gerencias, estructura que hoy parece no responder a los cambios repentinos del mercado.
Entonces, acá surge la posibilidad de pensar a una organización que se ordena de cara al cliente, y que estructura y diseña sus equipos de trabajo por cliente, y no por proceso. Es una buena señal para la PyME, que muchas veces por tener equipos reducidos tiene la posibilidad de marcar mejor y estructurar esta posibilidad.
Segundo reto: formar equipos con foco en la entrega de valor
Retomando lo que veníamos diciendo, esta organización por tipo de cliente, y no por departamentos, nos tiene que llevar a poder entender mejor a nuestros clientes, sus cambios y necesidades. El objetivo es mejorar la entrega de valor, el go to market de nuestra empresa.
Lo que nos importa es la entrega de valor de manera temprana a nuestros clientes, de esta forma estaremos respondiendo de manera ágil.
En resumen, colaboramos para entregar valor, primer mantra de la agilidad.
Tercer reto: reflexionar siempre
El tercer reto hace mención a la necesidad de generar, en esta marea en la que vivimos, que nuestros equipos puedan reflexionar, puedan enfrentar el juego, parar la pelota, y poder pensar el por qué hacemos lo que hacemos: ¿estamos aprendiendo, estamos acertando en lo que nos propusimos?
En este punto, nos referimos al hecho de que cuando hablamos de reflexionar nos referimos a que datos tenemos para tomar las decisiones de cara al futuro.
Si los mismos son del pasado entramos en la crisis del espejo retrovisor. Necesitamos poder crear futuro a partir de datos, y esto nos lleva a un pensamiento empírico.
Necesitamos también que los equipos piensen en hipótesis nuevas, y que las prueben, que aprendan del error, que experimenten, se equivoquen, y tengan aprendizajes validados por datos, que nos permitan generar más valor para nuestros clientes.
Este punto, nos saca del esquema del error como mala palabra y de la felicitación ante la mejor práctica.
Hoy, para evitar ambos polos, necesitamos dar lugar a una rápida experimentación, hipótesis, pruebas rápidas y baratas. De esta forma podremos tener aprendizaje validado, y podremos reflexionar sobre el valor que entregamos.
Cuarto reto: mejorar en forma continua
Por último, desde el corazón de la agilidad, podemos mencionar que reflexionamos siempre para mejorar, y esta palabra es nuestra gran compañera en todo el viaje. Debemos hacer que nuestros equipos vivan en estado de mejora continua.
Entendemos que esta es la mejor forma de poder sostener la carrera en contextos turbulentos. Entonces, para no perdernos, colaboramos para entregar valor y reflexionamos para mejorar. Estos cuatro verbos, nos permiten garantizar como forma de trabajo la entrega temprana de valor de cara a nuestros clientes.
Entonces, ¿qué pasaría si logramos sistematizar estas prácticas, llevarlas a un plano consciente, y que las misma sean parte de la estrategia de la empresa, y no una respuesta, tipo timonazo al contexto?
¿Qué pasaría si logramos que los equipos entrenen ese músculo que nos permite generar y adaptarnos a los cambios en los procesos de cambio?
El desafío está planteado, y es un viaje, un viaje lleno de desafíos para dejar de ser un amateur en crisis y poder responder de manera sistémica a las mismas. Es decir, cómo generamos capacidades para diseñar futuros que ya sabemos después de dos años de pandemia que son complejos.
Para cerrar este artículo, me gustaría poder pensar que cuando conversamos con los profesionales que trabajan en las PyMES, nos dicen que lo que más los desmotiva de su trabajo es hacer grandes esfuerzos, y que los mismos no tengan impacto en los clientes, que no se lleven a cabo.
Parece que toda la energía que pusieron se desecha.
La agilidad, en materia de equipo, busca generar el máximo valor con el mínimo esfuerzo posible. Esta es una apuesta para vivir en ciclos cortos, colaborar para entregar valor, y reflexionar para mejorar.
Fuente: https://www.a24.com/pymes/pymes-como-puede-ayudar-la-implementacion-metodologias-agiles-n846980