No es un día cualquiera
4 marzo 2014 por Ana Prieto
Se despertó horas después del amanecer. Aún, con la legaña puesta, asomó “el hocico” por la ventana, en pleno barrio del Toscal en Santa Cruz de Tenerife.
Ni un ruido, ni una pita, ni una voz… Silencio.
Un silencio fuerte y perturbador.
El primer sonido le llega por la izquierda. Una puerta de un portal se abre y una señora con su traje camisero floreado sale sigilosamente calle abajo, hacia la panadería.
No se cruza con nadie. Ninguna persona la mira. Salvo ella que la sigue desde su ventana, con la vista aún borrosa y el ojo medio cerrado, mientras se aleja con un rítmico vaivén en sus caderas, dando movimiento a las coloridas flores que brillan por los destellos del reflejo de la luz en la purpurina que la noche dejó en sus pestañas. Los pitos empiezan a resonar en su cabeza y los tambores a marcar su latido.
Rápido se pone un pantalón, camiseta y unos zapatos y sale también a la luz del sol. Disfruta del silencio escandalizador para una mañana en la ciudad.
Se dirige al centro donde cuesta despegar la suela del zapato a cada paso por el pegote que ha dejado en el pavimento la mezcla de fluidos orgánicos e inorgánicos durante las horas de explosión, baile y ritmo ensordecedor.
El aroma de la ciudad no es agradable. Más bien, todo lo contrario. Pero a ella le encanta. Es ese olor único. Ése que al entrar por la nariz grita las carcajadas, las bromas, la alegría del encuentro casual en cualquier esquina.
Unas risas a lo lejos…. Se acercan hacia ella contorneándose mientras dibujan eses a cada paso con sus pies descalzos. Tacones en mano, pelucas despeinadas con lazos deshechos y pestañas postizas caídas. Alrededor de sus cuellos las boas desplumadas, y, por sus pantorrillas, las carreras corren desde los tobillos hasta la pelvis.
Se cruzan.
“¿Adónde vas mascarita? ¡Con esas tortas y una Fanta, hasta mi pajarito canta!”
¡Por fin! El sello que confirma que hoy martes, no es un día cualquiera.
¡Y lo que aún queda!