Como algunos sabréis, cuando nació mi pequeño bombón tuve depresión postparto. Hoy es cuando me entero de que se me diagnosticó tarde y por ello sigo aún arrastrando las consecuencias. Si hubiese sido consciente de lo que me sucedía, si hubiese tenido el valor de gritarlo a los cuatro vientos, si se me hubiese tenido más en cuenta... todo hubiese sido distinto. Completamente distinto.
Es por ello por lo que cuento mi historia, porque no estás sola. No tienes por qué estarlo.
Antes sólo me sentía cómoda tratando de mostrar lo que se esperaba de mí, de una madre reciente. Pero fingir contínuamente que estaba bien, que era una mamá feliz, era casi más agotador que la propia depresión postparto. Ahora todo eso cambió. No me averguenza contar lo que me ocurrió. No tuve la culpa. Y aunque ha sido muy duro, estoy asumiéndolo y aceptándolo como cualquier otra enfermedad.
No estás sola.
Todo comienza cuando nos dicen que el nacimiento de un hijo es el momento más feliz en la vida de una mujer. Un momento donde todo son sonrisas, amor y besos. Pero la realidad del postparto dista mucho, en algunos casos como el mío, de esa imagen idílica.
Pasé por una temporada oscura. No disfrutaba de mi bebé. Cumplía con mis obligaciones como madre pero las veía como eso, obligaciones. Pensaba que en cualquier momento me iba a pasar algo y no iba a poder estar para protegerla y cuidarla. Un infierno y una lucha mental que el resto ignoraba y del que desconocían su magnitud.
Lo desconocían porque era tan grande la culpa que sentía sobre mis hombros por no ser una madre feliz, por sentir sólo miedos irracionales y ataques de pánico que me impedían hacer una vida normal, por vivir atemorizada a ser juzgada por mí misma y por los demás como mala madre o incluso como loca. Por eso el silencio. MALDITO silencio.
Acudí al médico y me comentó que sería cosa de las hormonas y que era normal sentirse a veces abatida y triste pero no era como yo me sentía. Yo me encontraba en una angustia constante, deseando no quedarme sola con mi bebé por si me sucedía algo y no podía hacerme cargo de ella. Me sentía sola e incomprendida. No dormía casi porque soñaba con imágenes catastróficas que me aterraban por lo que evitaba dormir. Dejé de ver el telediario y prácticamente la tele porque únicamente me ayudaban a dar rienda suelta a pesadillas de lo más gráficas. Era un sufrimiento constante. Deseaba oír un " no estás sola " para no caer hasta lo más profundo.
Finalmente toqué fondo y ahí fui directamente a un especialista que me trató y consiguió darme la estabilidad y tranquilidad que tanto necesitaba, a pesar de que mi estado mental podría haber sido peor ya que la depresión postparto tiene niveles de severidad que abarcan los estados de ansiedad y ataques de pánico, la depresión profunda y la psicosis.
Sí, podría hacer sido peor, lo cual no es que me alegre porque fue lo suficientemente horrible, hasta el punto de que a día de hoy me encantaría tener otro hijo y lo pospongo, temporal o definitivamente, porque no sé si soy capaz de pasar por ello otra vez.
Por todo esto, me gustaría dar visibilidad a este tabú de la depresión postparto. El tabú de que una madre no puede expresar sentimientos negativos sobre la maternidad y, mucho menos, sobre sus hijos y la imagen social de que las embarazadas deben esperar con ansia la llegada de su bebé, lo que conlleva a vivir con la depresión sin demostrarla, en silencio, sin pedir la ayuda que se necesita para superarla.
Porque NO ESTÁS SOLA. No te calles. No aguantes. No sufras.