Muchos de los que leerán este texto, es muy probable que no conozcan el fútbol sin él. Su carrera ha transcurrido, casi en su totalidad, fuera de su casa, de sus islas, aunque bien es cierto que su acento le delata, ese sigue intacto. Se trata de alguien que marcó mi juventud futbolera, crecí mientras él corría de manera incansable una banda, la derecha. Me hizo disfrutar y llorar de alegría, aunque desgraciadamente también de tristeza, como lo que era, un niño. A día de hoy, ya con barba y alguna esporádica cana en la cabeza, le sigo disfrutando, sus galopadas nada tienen que ver con lo que eran, pero su conocimiento de esto del balón y su adaptación a las necesidades del equipo le siguen haciendo indiscutible. Hablo de Manuel Pablo, claro.
Con nombre de protagonista de telenovela, con apenas veinte años salía del equipo que le había hecho futbolista, la Unión Deportiva Las Palmas, del calor insular para aterrizar en el antagónico clima gallego. Lendoiro apostó por él y junto con el ‘Turu’ Flores, llegaba a A Coruña con la clara idea de alcanzar cotas más altas. En gran medida contribuyó a que el equipo herculino se hiciese grande, ya que desde su llegada se hizo fijo en las alineaciones de Irureta. Tanto fue así que el gran canario se adueñó de la banda derecha de la selección con una autoridad aplastante, estamos hablando de que sus rivales para el puesto no eran gente sin contrastar, competía por el puesto con un tal Michel Salgado, quien por entonces militaba en las filas del eterno rival, el Celta de Vigo.
Tal vez sea por mi imparcialidad en el asunto o quizás no me falte razón, pero Manuel Pablo era para mí, de los tres mejores laterales derechos del Mundo en aquél momento, solo superado por Cafú con claridad, el resto era cuestión de gustos. Puedo resultar exagerado, pero no debo andar muy desencaminado cuando el Real Madrid llamó a la puerta del despacho de Lendoiro para llevarse a MP2, no lo he hecho nunca, pero negociar con el ya ex presidente del Depor no debe ser asunto baladí. Los de Chamartín tuvieron que ‘conformarse’ con su suplente en la selección. No es de extrañar que aquella negativa fuera un duro golpe para Manuel Pablo, su gran salto tendría que esperar.
En el Depor ya había conseguido conquistar una Liga y una Supercopa, el equipo era un fijo en Champions y cada vez con más opciones en la competición continental, era el mejor momento en la fulgurante carrera del ‘dos’ blanquiazul. Empezaba la temporada 01/02, la vista de todos puesta en el verano en el que acababa la competición domestica, el Mundial de Corea y Japón en el horizonte. El puesto en la banda derecha de la selección de Camacho tenía un dueño claro, solo había que mantener la forma y rezar para que las lesiones le respetasen. Pero por desgracia para todos no lo hicieron, en un derbi gallego, en un choque fortuito con Giovanella, dejó la imagen más escalofriante y la sensación más triste que recuerdo, futbolísticamente hablando, las aspiraciones del lateral se vieron truncadas, el sueño asiático se desvanecía. Era aún el mes de septiembre, pero por muy optimista que fuesen los pronósticos, las opciones eran casi nulas. Y así fue.
Por muy cegadores que sean los colores, sería absurdo si quiera insinuar que Manuel Pablo alcanzó un nivel similar al de antes de la lesión, pero aún sin recuperar su mejor versión fue indiscutible hasta practicamente el día de hoy. Siendo un jugador cercano a los cuarenta años, ha sabido reciclarse, las necesidades del equipo mandan y siendo él un diestro cerrado, ha llegado a jugar como fijo en banda izquierda, la experiencia y el oficio son un grado. Son ya quince años en Galicia para un futbolista incansable, bien sea por una banda o por otra, Manuel Pablo, el "dos" del Deportivo que salió pronto de su tiera, nunca ha parado de correr.
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