Revista Cine

No ha pasado nada

Publicado el 04 octubre 2010 por Josep2010

Pero nada de nada.
Una de las peculiaridades de la industria cinematográfica es la posibilidad y ejercicio de autocrítica por medio de una obra del llamado Séptimo Arte que, aceptémoslo de buen grado, es la base del negocio, con lo que sacando los trapos sucios al sol se pueden obtener pingües beneficios, se aclaran ideas, se pone a caldo al enemigo y todos tan contentos.
Eso ha ocurrido por supuesto
en escasas ocasiones y como es lógico el resultado es variable; en este bloc de notas ya se comentaron tres películas que se detuvieron a observar el mundo específico de los que se ganan el sustento diario con esto del cine: Sunset Boulevard (1950), The Player (1992) y America's Sweethearts (2001)
Hay alguna otra, claro: pero si nos detenemos a meditar en las tres señaladas, creo que coincidiremos todos en que conforme pasa el tiempo se va perdiendo acidez en la mirada y la crítica pierde virulencia: Wilder mantiene un punto amargo en su cinta mientras Altman se sujeta a una visión bastante objetiva y Roth se dedica a burlarse con toda la desfachatez posible, imponiendo el ridículo como penitencia.


En estas, llega Barry Levinson y decide que tiene algo que decir de ese mundo en el que vive basándose en un libr
o escrito por un viejo conocido, el productor Art Linson que además se ocupa del guión de una película titulada What Just Happened (2008) que acaba presentándose en España como Algo pasa en Hollywood, estrenándose en diciembre de 2009.
La demora en el estreno y el cambio de título ya deberían haberme alertado, pero uno es confiado en demasía, porque
No ha pasado nada el protagonista es Robert de Niro y uno siente curiosidad por ver qué nos trae el bueno de Roberto, que se ocupa de interpretar a un tal Ben, de oficio productor de cine.
Como si se tratara de un docu-drama al uso de la tele más gazmoña, Levinson persigue a su protagonista durante quince días de su vida y no le perdemos la pista ni cuando va al lavabo y acaba enterándose que la película que tiene en fase de post-producción no ha gustado demasiado.
El guión escrito por Linson se basa en tres pilares: una película acabada cuyo final hay que retocar, una película que va a empezar con un actor barbudo que no quiere rasurarse y los rastros afectivos de dos matrimonios rotos de Ben: una primera hija adolescente y una segunda esposa que se resiste a volver.

Terribles cuestiones todas ellas, que consiguen angustiar al espectador desprevenido.
¡Nada! ¡No pasa nada de nada!
Esos tres pilares de la trama nunca llegan a interesar ni lo más mínimo al espectador que se va quedando atónito al comprobar el desperdicio de tiempo y dinero para contar unas historietas que dan pena y que en cualquier caso pueden servir para acreditar de una vez por todas que sí, que en Hollywood pasa algo, y es que no hay guiones que merezcan la pena ser filmados.
El llamar a concurrencia a una pandilla de coleguillas para que hagan sus cameos o sus mínimas intervenciones intentando dar marchamo de calidad y verismo a la trama, es un recurso sobadísimo y que además, vistos los intervinientes, queda triste; porque el elenco, pese a estar formado por buenos intérpretes, no ofrece ningún trabajo reseñable; ni siquiera Robert de Niro (¡Ay, Bob, quien te ha visto y quien te ve!) puede sacar el vientre de penas y demostrar que todavía es capaz de una buena interpretación, porque aunque ciertamente da el pego, es igualmente cierto que no tiene que esforzarse nada para conseguirlo.


Levinson y Linson, sin ton ni son (*) meten con calzador algunos conceptos "críticos" que pueden resumirse con facilidad:
Pilar uno:
No ha pasado nada
El director de la película acabada sufre porque la jefa de los estudios le obliga a cambiar el final, en el que los malos matan al héroe y a su perro. El perro debe sobrevivir.

Pilar dos:

El actor que no está dispuesto a quitarse la barba, llega a decir tacos y a romper cosas, de tan cabreado como está, porque en el primer guión que le entregaron, su personaje aparecía con barba.
Pilar tres:

Ben sigue haciendo el amor con su última esposa, Kelly, pero se enfada cuando se entera que su amigo Scott, que está casado, también se la beneficia. Y no tiene mucha razón de enfadarse, porque Ben se tira a todo lo que se mueve. Y además, toma éxtasis y su amiguita le (nos) enseña ¡una teta!

Impresionante, *inson, de verdad: pasmado me quedé: ¡qué atrevimiento!
Ya veo que nadie se ha impresionado, pero eso es porque se trata únicamente de la presentación, la primera parte, la preparación para lo más fuerte.
Ahí, en las cimas críticas de los tres pilares, la pareja *inson es donde se muestra más capaz:
La película se presenta al fin en Cannes con el final cambiado, porque Ben ha convencido al director. ¡Pero es mentira! La copia final vuelve a tener al perro asesinado. ¿Es que nadie en Hollywood se cuida de comprobar las películas que se van a exhibir en Cannes? Eso sí es una crítica demoledora de los estudios, y no lo que hicieron antes Wilder, Altman y compañía.
Estupefacto me quedé, desencajado de mandíbula.
Y el actor barbudo tiene a todo el puñetero estudio esperando minuto tras minuto mientras él está en su camerino: todos mirando al camerino y sale el tío con la barba y fumando un puro ¡En un local cerrado y fumando un puro! ¡Qué atrevido! Pero no, porque la barba es de mentira: solo la mitad, que lleva media cara limpia, y todos se ríen como verdaderos imbéciles. ¿Es que en Hollywood los intérpretes hacen lo que les da la gana? No me extraña que luego las películas salgan como salen...
Claro que la resolución de ese problema del pobre Ben ya me dejó más tranquilo, sí...
Porque en su vida personal, el pobre Ben, aparte de sus líos mujeriegos y sus celos incomprensibles, acaba por darse cuenta que un amigo suyo, al que despide en su funeral, se estaba beneficiando a su hijita adolescente de diecisiete añitos (y por lo visto a sus compañeras de clase, también) con lo que hay un cierto tufillo a ¡pederastia! en el exclusivo mundillo hollywoodiense.
¡Qué escándalo! ¡Qué escándalo!
Estaba viendo esta película y por momentos pensé que esa inefable pareja de director y guionista que además son productores, se habían creído de veras que íbamos a escandalizarnos o sorprendernos por lo que nos estaban contando, tarde y mal, dando la sensación que pretenden mostrar algo desconocido, nuevo.
Si la pretensión era radiografiar el mundo del cine, criticarlo, enaltecerlo o burlarlo, nada de eso han conseguido los *inson y sus huestes, porque el resultado es una película aburrida, dirigida por Levinson con cierto oficio y precipitación, pletórica de defectos que precisarían más espacio del que estoy dispuesto a concederle, porque se convierte en un verdadero engaño al aficionado cinéfilo que ya está al tanto de lo que puede ser una película que contemple el muy especial mundillo del cine como industria y como espectáculo.
Queda pues esta película como un intento fallido y sirve en todo caso para tomar como ciertos algunos pasajes y empezar a entender el porqué de la existencia de películas tan malas y el porqué de esos rumores que hablan de enormes pérdidas económicas por parte de los estudios que parecen dirigidos por yuppies que no tienen ni puñetera idea de lo que es el buen cine y se creen que el público es tonto.
(*)(no he podido resistirme, lo siento)


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