Revista Opinión

No habrá otra vergüenza como la del St. Louis

Publicado el 17 marzo 2020 por Norelys @norelysmorales
No habrá otra vergüenza como la del St. Louis Jorge Gómez Barata.─ La noticia movió las tintas: “Cuba autorizó el atraque de un crucero británico con coronavirus…” Según el canciller Bruno Rodríguez Parrilla: “Por solicitud del gobierno británico, las autoridades cubanas concedieron permiso de atraque al crucero MS Braemar, con algunos viajeros contaminados con coronavirus a bordo. Según el Ministro: “Se trata de una emergencia de salud…”.
Más tarde trascendió que hoy martes 17, al arribo del buque se desatará una operación calibrada como un mecanismo de relojería para desembarcar a todos los viajeros, evaluar y ofrecer atención médica a los enfermos y rembarcarlos por avión a Gran Bretaña.
Todo comenzó el domingo 8 de marzo cuando el crucero atracó en el puerto de Cartagena, Colombia donde, junto a otros pasajeros, desembarcó una dama norteamericana que, al ser examinada en un centro médico de la ciudad resultó positivo para coronavirus.
Ajeno a la situación, el crucero MS Braemar, puso proa a hacia Willemstad, en Curazao, y Bridgetown, en Barbados, donde se les negó el ingreso. El miércoles 11 la firma armadora de la nave, fue avisada de la situación de la pasajera e inmediatamente difundió un comunicado en el que informaba de otros cinco casos a bordo.
Ese mismo día el capitán del crucero pidió a la Capitanía del puerto de Cartagena permiso para regresar lo cual le fue denegado, cosa que también hizo Bahamas.
Según CNN, en la tarde del domingo, 15 funcionarios británicos realizaron intensos e infructuosos esfuerzos diplomáticos para encontrar un país dispuesto y con infraestructuras apropiadas para recibir el buque en el que viajan 1.513 personas. Además de británicos, entre los pasajeros hay canadienses, australianos, belgas, colombianos, irlandeses, italianos, japoneses, holandeses, neozelandeses, noruegos y suecos.
En el barco, que en el momento del pedido estaba anclado a 25 millas de Bahamas hay cuatro pasajeros y un miembro de la tripulación positivos para COVID-19, otras personas, incluyendo un médico, están sujetos a cuarentena luego de presentar síntomas.
En este caso se trata de razones prácticas debido a que el crucero se encuentra a unos 7.000 kilómetros de Inglaterra a donde tardaría varios días en llegar y a unos 500 de La Habana, por lo cual, en aproximadamente día y medio de navegación los pasajeros enfermos estarán bajo la cobertura médica cubana y poco después, los que sean rembarcados, llegarán a su país.
Aunque desprovisto de los matices dramáticos y mezquinos, la situación del crucero MS Braemar me ha recordado la tragedia vivida por los pasajeros de otro buque, el San Luis que, en 1939, en lugar de ser acogidos en La Habana, fueron rechazados, por lo cual terminaron en los campos de concentración y los crematorios de la Alemania nazi.
Durante la II Guerra Mundial, ante la persecución de que eran objeto en Alemania, tuvo lugar un éxodo de judíos a Estados Unidos donde entonces para los emigrantes regia un sistema de cuotas que no fue ampliado. En aquel contexto hubo un arreglo, según el cual los perseguidos viajarían a un país cercano y esperarían allí a que se les permitiera entrar en Norteamérica.
Bajo ese entendido, en Hamburgo, 937 pasajeros abordaron el trasatlántico Saint Louis, que el 13 de mayo de 1939 partió rumbo a Cuba. Todos disponían de permisos para desembarcar en La Habana en calidad de refugiados.
El 23 del mismo mes, con la capital cubana a la vista, el capitán recibió la noticia de que los permisos vendidos por un corrupto director de emigración, fueron anulados por el presidente Federico Laredo Brú quien accedió a expedir otros a un costo de 500 dólares por cada persona, cantidad que solo 29 pasajeros pudieron pagar.
Solo 28 pasajeros ingresar a Cuba. El resto debió regresar a Bélgica. Solo unos pocos escaparon al terror nazi.
Ante la negativa de Estados Unidos y Canadá de acoger a los infelices viajeros, escasos de agua, alimentos y combustible y con la tripulación prácticamente amotinada, el capitán del buque decidió regresar a Europa. En el puerto de Amberes, Bélgica, exhaustos y aterrorizados desembarcaron los desdichados del San Luis que vivieron la ilusión de ser acogidos en La Habana.
Según trascendidos, el crucero británico atracará y directamente, sin ningún contacto con la población cubana y, bajo estricta supervisión médica y epidemiológica, abordarán ómnibus hasta la aérea en la cual los tomarán dos aviones fletados por Gran Bretaña.
En las redes sociales, en Cuba y otros lugares, tanto personas mal intencionadas como compatriotas que actúan de buena fe, expresan opiniones críticas. Es su derecho, pero en este caso, más que de derechos, se trata del deber de asistir al prójimo en riesgo, siguiendo reglas que preserven la seguridad del mínimo de personas involucradas. El COVID-19 no debe hacernos peores. Allá nos vemos.
¡Por esto!


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