Es probable que el título de este post te haya llamado la atención. ¿Cómo que no hacer nada productivo también es efectividad?
Pues sí. Así es. Aunque inicialmente pueda parecer una contradicción, productividad y efectividad son dos conceptos sustancialmente distintos.
Productividad es un término económico, una simple ratio entre producción y recursos empleados, sin el menor matiz cualitativo.
Sin embargo, efectividad es un término humanístico, íntimamente ligado al concepto de sentido o propósito y con un marcado componente cualitativo.
Por eso la productividad aliena al ser humano mientras que la efectividad le alinea con su esencia.
Y aún hay más diferencias notables.
Por ejemplo, la productividad es una medida 100% objetiva mientras que la efectividad es 100% subjetiva. Sólo tú decides lo que tiene sentido para ti.
Por todo lo anterior, utilizar indistintamente productividad y efectividad sólo puede explicarse desde la ignorancia, la codicia o la mala intención.
De qué estamos hablando
El origen de todo esto es puramente económico. Me refiero a la famosa productividad, que pone en relación la cantidad de recursos que empleamos para obtener otra cierta cantidad de «algo».
La «gestión del tiempo» tiene su origen (Benjamin Franklin, siglo XVIII) en este intento por maximizar la productividad, por hacer más con menos o, como mínimo, por hacer más en el mismo tiempo.
Mucho después (finales siglo XX), Covey pone de manifiesto la necesidad de aprender a decidir y a pensar con sentido.
Aquí es cuando aparece, por primera vez, la componente humanista. Se trata de una nueva línea de pensamiento que trasciende la productividad.
Década y media más tarde (principios siglo XXI), Allen hace operativas las ideas de Covey.
Y lo hace dándoles una forma más fácilmente reconocible, concretándolas en comportamientos y buenas prácticas definidas.
¿De dónde proviene entonces la confusión entre todos estos términos?
En mi opinión, el problema surge porque hay un solapamiento innegable entre ambas líneas de pensamiento.
En concreto, —y aunque con numerosos y significativos matices— la productividad puede formar parte de la efectividad personal.
Eso sí, cuando lo hace, es más como un efecto colateral positivo que como un fin en sí misma.
Pero, ¡cuidado!, también puede no estar. Por eso no hacer nada productivo también es efectividad.
El diablo está en los matices
Pensamos con eslóganes en base a términos vacíos.
La comodidad nos lleva a simplificar y simplificar nos lleva a perder los matices y, con ellos, el rigor.
Vivimos en la dictadura del pensamiento simplista. Parece que la sociedad haya decidido jugar colectivamente al juego «quien piensa, pierde».
Pero entremos en matices.
Productividad es simplemente un término económico, ajeno a la esencia del ser humano.
Productividad personal es un concepto que, por el contrario, rompe con la productividad como concepto puramente económico y la pone como medio al servicio de las personas.
Allen deja claro que la productividad personal —en lo que a productividad económica se refiere— tiene que ver con dedicar los recursos imprescindibles a «las obligaciones» para poder dedicar todos los demás recursos a lo que es realmente significativo para la persona.
Sin embargo, la ignorancia y la codicia han desvirtuado en gran medida el significado original del concepto «productividad personal».
En consecuencia, la mayoría de lo que podemos encontrar actualmente bajo esta etiqueta tiene poco o nada que ver con la «productividad personal» de verdad y mucho que ver con la productividad basura.
Luchar contra los elementos
Conscientes de la problemática que planteaba evitar que «productividad» y «productividad personal» se confundieran como un mismo concepto, en OPTIMA LAB decidimos innovar.
Gracias al excelente trabajo facilitado por Juanjo Brizuela en nuestras III y IV Jornadas, decidimos dejar de utilizar «productividad personal» e incorporar oficialmente el término «efectividad personal».
En realidad, llevábamos ya tiempo utilizando la expresión «efectividad personal» internamente, pero normalmente no nos entendían cuando la utilizábamos en público y eso nos despertaba muchas dudas.
Juanjo nos ayudó a ver que, como referentes en este campo, correspondía a OPTIMA LAB liderar el cambio y asumir los riesgos.
Lo hicimos, y creo que lo hicimos muy bien, porque «efectividad personal» es a día de hoy un término ampliamente utilizado. Pero no se puede luchar contra los elementos.
Actualmente vemos como se sigue confundiendo productividad con productividad personal y, ahora también, con efectividad personal.
Lo peor de todo es que sigue siendo mayoritariamente para vender productividad basura.
La efectividad es independiente de la cantidad
Pero el mal uso del término no altera en absoluto su esencia.
La efectividad personal —a la que normalmente nos referimos simplemente como efectividad—consiste en llevar a cabo de la manera más eficiente posible lo que tiene más sentido hacer en ese momento.
Si lo que tiene más sentido para mí es salir a dar mi caminata o ver una serie o echarme una siesta —y lo hago de manera eficiente, es decir, estando a lo que estoy— entonces estoy siendo una persona efectiva.
Si me echo la siesta pero lo hago pensando en lo que no he terminado o en lo que tengo que hacer después, no soy una persona efectiva, pero no por estar tumbado sin hacer nada, sino porque no estoy a lo que tengo que estar.
Y si estoy viendo tranquilamente una serie sentado en el sofá, porque es lo que tiene más sentido —para mí— hacer en ese momento, entonces soy una persona efectiva, aunque no esté «produciendo» nada.
Por eso, si lo que tiene más sentido en un momento dado es no hacer absolutamente nada de nada, no hacer nada productivo también es efectividad.
Lo que es fundamental entender es que la efectividad personal —la de verdad— va de enseñar a las personas a tomar elecciones alineadas con su sentido de la vida, con lo que es importante para ellas. En todos los aspectos.
Desarrollar esta competencia es imprescindible en el mundo actual, no para aumentar nuestra productividad, sino para tomar el control sobre nuestras propias vidas.
Lógicamente, como la efectividad es una competencia transversal, las personas que la desarrollan no sólo toman mejores decisiones y las implementan mejor en sus vidas, sino que esto afecta también positivamente a sus trabajos.
Pero —y esto es importante— el aumento de su productividad profesional es un efecto colateral positivo de haber mejorado su efectividad personal. No al revés.
Tu productividad mejora porque has mejorado tu vida gracias a la efectividad personal. Mejorar sólo tu productividad ni mejora tu efectividad personal ni mejora tu vida. Es más, podría incluso ocurrir justo lo contrario.
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