Revista Educación

No haga propósitos de año nuevo si tiene hijos pequeños

Por Siempreenmedio @Siempreblog
No haga propósitos de año nuevo si tiene hijos pequeños

Hace ya años que decidí dejar de hacerme propósitos cada 1 de enero. Y no porque no me guste una lista de acciones o tareas para realizar, que nada me flipa más que tachar lo que ya he hecho, es como si me inyectaran droga o alguna otra sustancia excitante −qué mal ha quedado eso de la droga−, sino porque al final no cumplía con casi nada de lo establecido. No porque fueran poco reales esos propósitos, sino porque la mayoría requiere grandes dosis de esa palabra que tanto admiro últimamente: tiempo.

Ay, el tiempo, esa trampa que me tiene hablando sola hace años.

Pues bien, entre 2016 y 2017 me propuse cada 1 de enero ir más allá de los titulares en los que llevaba anclada un tiempo, leer más profusamente, adquirir o tener en préstamo maravillosos libros que a mi alrededor la gente cercana me recomendaba o de los que sabía por esos miles de titulares en los que me quedaba. ¡Qué dura es la vida de la lectora de titulares!

Porque además, en esa especie de adicción a esas frase cortas de entre 5 y 20 palabras, máximo, se cuela mucha basura. Y ahí otra de mis penas, de las que arrastro por ahí a modo de sollozo, ¿cómo discriminar esa basura si cuando te das cuenta de que es basura ya la has leído? No sé, tengo la mente algo confusa, busco el método que me permita optimizar los pocos minutos que tengo antes de morir sobre una cama a diario antes de las diez de la noche.

¿Drogas? Como les decía, queda feo, porque después con qué cinismo le dices a tus hijas que las drogas son 'mu malas'.

En fin, que sé que llegarán tiempos mejores, aquellos en que sea posible tumbarse un rato a leer al final de un arduo día sin que te agujeren el tímpano a cada minuto con el característico "maaaaaaaaamiiiiiiiiiiii, veeeeeeeeeeeeen".


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