Revista Coaching

No hay monte sin fe

Por Vivaconproposito

¡No hay monte sin fe! Todo depende de nuestra perspectiva de vida.

En una de las apasionantes experiencias sucedidas en un segmento del trayecto de un viaje por las montañas _ donde encuentros especiales ocurren cargados de energía deliciosa junto a esos talleres de que está constituida la vida_, me encontré abrazada en el silencio en un punto llamado “Monte Sin Fe”, ello me llevó a interiorizar, a degustar y a disfrutar más de la experiencia de caminar. Conforme avanzaba afloraban más sorpresas y meditaciones, tenía la impresión de estar en medio de un campo de minas especiales, donde con cada paso que daba, detonaba un juego de sensaciones y vivencias que homologaba con la vida, aunque he de declarar que, más que ello, se trataba de la vida misma en acción.

 El disfrute del viaje había iniciado meses atrás, desde la motivación que me llevó a alcanzar de nuevo la cumbre del famoso cerro, hasta y por supuesto, el camino de regreso que tiene también su exquisitez en todo el valor de un viaje sumamente exitoso _en el amplio sentido de la experiencia de vida_, inmersa en la biblioteca de la Madre naturaleza. Parte de la maravilla de estas experiencias, es que siguen generando un valor extraordinario en nuestra vida, provocando nuevas acciones, nuevos ejercicios, nuevos conocimientos no sólo del entorno inmediato, sino sobre ese descubrimiento o redescubrimiento de quién somos realmente en este momento, sobre cómo miramos cada situación, frente a la oportunidad de ser mejores cada día.

Pues bien, durante el kilometraje de ascenso, me topé con un rótulo que decía “Monte Sin Fe”, mismo que despertó mi curiosidad por conocer la razón de ese nombre que podría resultar para muchos desconsolador quizás, pero entre más caminaba y miraba a mi alrededor, había algo en el panorama que no me terminaba de encajar, encontraba cientos de árboles secos _que podrían ser parte de razón al nombre_ , que estaban atrevidamente entremezclados con una vegetación típica de páramo bellísima en plena floración _ sin duda, era una primavera al desnudo!_ con el exuberante verdor de las montañas y otras especies de la rebosada flora, así como animalitos e insectos especiales que iban sorprendiendo mi paso a lo largo del místico lugar de las Aguas Eternas, haciendo de esa instancia un paradisiaco lugar.

Todo transcurría en completa revelación ante mis ojos… una historia, un renacer, un ahora. Los árboles secos dispuestos en cientos de ademanes, muchos aún erigidos, otros caídos, más todos exponían bellas esculturas naturales reverenciando a todo aventurero a lo largo del camino, con sus colores, texturas, formas, doblados, segmentados, otros bien sostenidos levantando sus ramas secas hacia el cielo, combinaciones de negros, blancos y cenizados en algunas de sus partes simulando neón a la distancia, otros con musgos cortos, otros con largas barbas de tonos blancos y verdes y arbustos alrededor de ellos. En fin, vegetación, tierra, piedras pequeñas y gigantes, climas cambiantes, sol, agua, en medio de lo cual crecían otros especímenes enraizando por sobre los árboles secos como diciendo: “sobrevivimos! y ahora seguimos siendo fuente de vida”, en esa alabanza que les envolvía.

Todo ello mostraba más que indicadores de una vida que continúa desarrollándose en la belleza _aún tras el paso de lo que fue una devastadora quema_ y que me atrevería a decir que, es parte de la cosecha de esos que, aunque ahora árboles “secos”, ya habían depositado sus semillas en un terreno abierto y profundo que las guardó y abrazó al cuidado de la naturaleza sabia.

Es así como este lugar que probablemente para algunos pareció desolador y sin fe, hoy es un lugar lleno de belleza, de abundancia, de inspiración, de vida que motiva vida.

Bajo esta perspectiva, podríamos decir que no importa por cuál monte estés transitando, llámese estadio, época, situación ó cómo te sientas estar, lo cierto es que desde el momento mismo que despiertas, sólo ese hecho, implica todo un proceso extraordinario que ocurre dentro de nosotros, hechos que no vemos a simple vista, pero que están sucediendo y suscitando nuestro existir. Así por ejemplo, estás respirando en este preciso instante, y cada respiro es signo de una serie de sistemas divinamente sintonizados actuando, acoplando intercambios generadores del combustible necesario en ese engranaje maravilloso que da movimiento a nuestro cuerpo, a nuestro caminar. Cierto es también el que hay otras cosas que nos pueden resultar más visibles y palpables, más en cualquiera de los casos, siempre nos podemos encontrar frente a posibilidades de mirar lo bueno, lo positivo y bello que ocurre en cada paso, como en el impresionante “Monte Sin Fe”. Wow!!! Y es que cada vez que pienso y me entrego en acto de conciencia, mi gratitud es inmediata al advertir cuánta bendición nos acoge, perfeccionado en una multiplicación de emociones en mi caminar.

Sistemáticamente, extiendo invitación para que cada quien continúe reflexionando en sus propios pasos, en su caminar; estoy segura que podrá encontrar un sin fin de oportunidades, de razones que dan un sentido profundo para continuar construyendo su propio camino, su destino desde ángulos más abiertos que permitan mirar cosas que podrían parecer ocultas y con ello ampliar la perspectiva. Creo que es en esa elección de oportunidades de valor, en las cuales es necesario tomar carta, y apropiarse con compromiso para alcanzar niveles de disfrute cada vez mayores en la abundancia que nos envuelve. Todos tenemos ese poder vivificador, ese poder que nos levanta cada día, ese poder de elección, ese poder que nos permite ver, transformar y crecer en la belleza.

Definitivamente “no hay montes sin fe”, todo depende de nuestro de deseo de vivir y mirar desde una perspectiva que nos permite ver el brillo y a la vez brillar en el gozo liberador en cada travesía.

Una vez más, reafirmo una de las motivaciones diarias: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11)”. Decisivo que el vivir bajo esta creencia, ofrece un poderoso sentido de valor a cada paso, a cada ahora.

¡Qué la fe esté presente en todo lo que emprendas en tu vida, y sea cada respiro, revelador de ese Amor que la inspira!


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