"No hay pan para tanto chorizo" se perfila ya como el gran eslogan del movimiento 15 M de los indignados y los que no se sienten representados. Ele eslogan compite con otro muy acertado y representativo, el de "No nos sentimos representados", pero el de los chorizos, por su fuerza comunicativa, tiene ventajas. Tal vez llegue a ser para los españoles del futuro lo que fue aquel eslogan de "La imaginación al poder" que se convirtió en símbolo del mayo francés de 1968.
El "No hay pan para tanto chorizo" es un eslogan sencillo, potente y didáctico, perfecto como resumen de un sentimiento colectivo, una frase concluyente que plasma con maestría la situación actual de España, un país que parece gobernado por un charcutero y dominado por una clase política donde existen demasiados ineptos, aprovechados, egoístas, arrogantes y ladrones.
El "No hay pan para tanto chorizo" difunde muchos mensajes a la vez: que ya no queda dinero para robar, que hay demasiados delincuentes en el sector público, que el pueblo está indignado y que el país, por obra de sus políticos, ha sido convertido en una inmensa fábrica de chacina.
En torno a ese eslogan es posible articular una rebelión cívica y un movimiento de regeneración ilusionante, siempre que logremos preservarlo precisamente de esos chorizos que han destruido España y que ahora, asustados, pugnan por desacreditar y eliminar la rebeldía ciudadana que no controlan.
El Estado está utilizando tuda su sutileza y que, por fortuna, ya no es mucho porque está atrofiado por el exceso de poder y de dinero, para aplastar el movimiento rebelde. La policía se infiltra en las manifestaciones y practica la violencia para desacreditar a los pacifistas; los periodistas comorados resaltan la estética negativa del movi,iento y otros errores, también para desacreditarlo; los políticos fingen que se adhieren a sus demandas, pero en el fondo odian a los indignados y los consideran sus auténticos enemigos; los grandes empresarios que hacen negocios con el poder, la derecha que espera sustituir a la izquierda en el festín público, los cientos de miles de enchufados y sinvergüenzas que viven de los fondos públicos, los nacionalistas que viven a cuerpo de rey chantajeando al Estado y otras tribus impresentables del Estado español sueñan con destruir a los indignados para que todo siga igual.
Pero el movimiento, a pesar de sus debilidades y de haberse dejado dominar, muchas veces, por los agitadores profesionales de una izquierda mezquina que es, precisamente, la principal causante de la ruina de España, está sirviendo como catalizador y como vehículo para que millones de españoles hartos de ver a tanto sinvergüenza en el poder se manifiesten contra la canalla política y exijan cambios drásticos.
Los políticos están asustados y apenas son ya visibles. Búsquenlos por las calles y verán como parece que la tierra se los ha tragado. Están esustados y esperando que escampe para seguir disfrutando de un sistema que ellos han pervertido para convertirse en los "nuevos amos".
Ya sólo confian en esa policía que ellos han equipado y entrenado con mimo para que les defiends de la indignación popular. Perro olvidan que la policía, por muy entrenada que esté, es pueblo, al igual que los soldados, y que cuando descubran que los malos no son los que salen a las calles, sino los que se esconden como ratas, entonces volveran sus porras y sus fusiles hacia los palacion y despachos donde se cuecen la corrupción, la injusticia y el abuso.