Por Francisc Lozano*
Lectura. Fuente: k46.kn3.net
Los colombianos no leemos. Sí, así como lo leen, y por paradójico que resulte porque, tienen que leer este texto para darse cuenta que los colombianos no leemos. Creo que aún era un adolescente cuando la televisión colombiana transmitía un comercial que decía que “leer libera”, y en eso tiene toda la razón: la lectura nos otorga unas bases increíbles e indispensables para entender la realidad y la irrealidad, y entregar juicios mejor fundamentados sobre lo que ocurre o deja de ocurrir en universo. No importa el campo de acción, la lectura siempre es un arma de construcción masiva.
Pero los colombianos no leemos. Las estadísticas sobre lectura que entregó Enrique González, presidente de la Cámara Colombiana del Libro, en abril de este año, hablan de un promedio de lectura de 1,9 libros al año por cada colombiano. Ese dato es escalofriante, y bastaría para replantear muchísimas cosas en el sistema educativo colombiano y en la sociedad. No obstante, la cosa se pone peor. Ese índice no es realmente un índice del nivel de lectura de los colombianos, es un verdaderamente un índice que determina el nivel de compra de libros por los colombianos. Es decir, los colombianos compramos, en promedio, un libro cada seis meses. Y ese dato es aún más espeluznante que el primero.
Y digo que no es un índice de lectura porque para poder saber cuántos libros al año lee un colombiano, tendríamos que enviar a un observador para que se quede con el colombiano durante un año, y vea realmente cuántos libros lee cada 12 meses, y eso nos representa muchos otros inconvenientes, como saber de esos libros que lee, cuántos realmente entiende. Por eso, sólo podemos contar con estadísticas de compra de libros, y no de lectura.
Hay multitud de excusas por las cuales la gente no lee: el sistema educativo no incentiva el amor por la lectura; las vidas de los colombianos están llenas de muchísimas otras ocupaciones, y leer no resulta muy importante; leer requiere de una preparación previa en la que el leer es fundamental para leer, por complejo que resulte, se requiere de la lectura para aprender palabras que después le ayudarán a uno en la lectura; las películas, los programas de televisión y las redes sociales lo hacen todo más sencillo, y no es necesario leer, o no tanto. Pero no sólo eso, leer requiere un verdadero esfuerzo. No es sólo tomar un libro y ya, es saber que surgirán dudas, que el cansancio hará su aparición, que el tiempo de lectura debe estar lleno de tranquilidad y que casi siempre requiere de la soledad.
En el año 2012, en Colombia nos dimos cuenta que ni siquiera para ser Senador de la República se requería leer: Simón Gaviria, hijo del expresidente César Gaviria, cuando le preguntaron por qué había otorgado su voto de aprobación a una reforma a la justicia que entregaba beneficios indignantes para los congresistas y que maniataba más al resto de colombianos, dio una de las respuestas más insólitas, increíbles, mediocres e imperdonables para una persona de su importancia en la sociedad colombiana, pero que resulta ser una radiografía de la sociedad colombiana: “es que yo no leí el texto de la reforma”.
Pero Gaviria no es el único ejemplo resaltable de la cultura de no lectura de los colombianos: el pasado 2 de octubre, y en los días que le sucedieron, vimos a esta tendencia histórica de nuestra cultura hacerse presente de manera determinante para decidir el futuro de una de las votaciones con mayor peso en la historia de República de Colombia. Los colombianos demostramos nuevamente que leer no es una característica intrínseca de nuestra cultura y que, en gran parte, esa característica le dio el triunfo a una opción que fue apoyada por un conjunto de mitómanos, entre ellos Álvaro Uribe, Ordóñez, Vélez Uribe, Pacho Santos y Óscar Iván Zuluaga, que lo único que tuvieron que hacer para acabar con las esperanzas de los que creíamos en la posibilidad de cambio del conflicto a la reconciliación fue confiar en que sus seguidores no iban a leer El Acuerdo de La Habana. Sí, Uribe y el Centro Democrático confiaron en que los colombianos no íbamos a leer, y, por lo tanto, lo único que hicieron fue fraguar una estratagema basada en las mentiras para destruir las esperanzas de un país en paz.
No estoy diciendo aquí que todos los que votaron NO, no hayan leído el acuerdo ni que todos los que votamos SÍ, sí lo hayamos hecho. Estoy diciendo que la mayoría de las masas que decidieron los resultados, fue a votar engañada, y que gran mayoría de personas engañadas votó NO.
Hay muchas otras razones por las cuales el NO triunfó (leer las siguientes columnas: 1 y 2), pero con los resultados de ese día y las declaracionesde Juan Carlos Vélez, Colombia demostró que leer libera, y no leer condena.