No quiero que me representen los ciudadanos que salen en la fotografía. No son de mi agrado. No me gustan. Lo digo con el mismo respeto que transparencia. No creo en la revolución bolivariana chavista porque no ha contribuido de modo significativo a mejorar la calidad de vida del pueblo venezolano y pienso que su traslado a nuestro país sería perjudicial para casi todos, empezando por las clases más desfavorecidas a las que dicen defender. Y para conseguir todo esto no votaré a la nueva formación ni en las próximas elecciones municipales ni en las generales, afirmandolo, insisto, desde un profundo respeto al pluralismo que necesariamente forma parte de toda democracia. Pero pienso también que no faltará quien me califique de retrógrado, carpetovetónico, fascista y otras lindezas por exponer mi opinión con la misma claridad que otros hacen con la suya. Y eso tan frecuente y que tan poco me gusta, es la regla entre numerosos simpatizantes de determinadas formaciones que tienen una gran facilidad para establecer que es políticamente correcto y qué no lo es, y me produce más miedo que la posible victoria de su opción de gobierno.