V es una mujer de bandera (se tenía que decir y se dijo). Es guapa; lista e inteligente, si no a partes iguales, la balanza se inclina al lado derecho porque, a largo plazo, es mejor ser inteligente que lista; independiente; y simpática, muy simpática. Es de esas mujeres que, a cierto sector de los machos, da miedo porque V es una fiera y muchos siguen prefiriendo otro tipo de mujeres (por suerte, no ha asustado a su cari, chico listo).
Es una curranta nata. Ha hecho de su pasión, su trabajo, pero, por desgracia, sin quejarse. Y hay días, que V se levanta convencida de que V tiene la fea manía de comer 3 veces al día y pagar facturas así que, le dedica a su pasión más horas que el reloj casi "hoy, no le da la vida" y tampoco se esconde de compartirlo con el mundo, así ya vamos prevenidos aunque siempre quedarán gilipollas que tensen la cuerda de su paciencia.
A los treinta ya hemos asumido que la vida, o por lo menos los siguientes 40 años, es una contrarreloj. Somos la generación que ha pasado de sentir que el año se divide en verano y resto del año, al "corre, corre que te pillo". Nadie sabe vivir ni los niños, con agendas tan milimetradas como la del Rey cuando dice que trabaja, ni los jóvenes que introducen tampones llenos de alcohol por donde amarga el pepino y otros huecos varios del cuerpo, ni emborracharse tranquilo puede uno ya.
Trabajamos 8 horas teóricas y 20 reales de tal forma que, en las cuatro que nos quedan, tenemos que ir mínimo hora y media al gimnasio, dormir entre 7 y 8, dedicar quince minutos al mindfulness, ver series, leer libros, quedar con los amigos, hacer la compra, poner lavadoras (y menos mal que tienes la roomba, que te limpia la casa por el módico precio de grabar el plano y almacenarlo quién sabe dónde), además tienes que dedicar tiempo de calidad a pareja, familia y amigos dejando, por supuesto, un tiempo para ti, porque eres persona y te mereces tu momento zen con velas, música relajante, aceites, cremas, masajes,...Por supuesto que, si a nuestra ecuación sumamos hijos, el nivel de aceleramiento te convierte en "máster del universo". ¿Entendéis ahora lo del café y el vino?
Y claro, cuando llegamos al fin de semana, no es que lleguemos cansados, es que los osos pandas tienen menos ojeras que nosotros, pero hay que aprovechar para hacer todo lo que no hemos podido hacer durante la semana (y eso, si tenemos la suerte de no trabajar). ¿Vacaciones? Conseguir plaza para la maratón de Nueva York es menos duro que las vacaciones.
Nos hemos acostumbrado tanto a enlatar las experiencias y comprimir el tiempo tanto que no sabemos parar. El día que te sobran cinco minutos y te da por sólo tirarte en el sofá, acabas por sentirte culpable por haber malgastado un tiempo que no tienes. Vamos, que para descansar de verdad, lo mejor que te puede pasar es que te de apendicitis y tengas que tirarte diez días ingresado; saldrás del hospital con un apéndice menos pero con las pilas recargadas.
Taquicardias, caídas de pelo y calenturas labiales después, lo cierto es que no sabemos (y tal vez, no queremos) parar. Tal vez, cuando el aviso lo da la patata, la cosa cambia...o no, que la cabra siempre tira al monte.
¿Podemos darle la vuelta a esta tortilla? Quizás las listas, las agendas, las técnicas de productividad, el multitasking y todos los consejos de gurús para aprovechar el día, sólo sean una forma de mecanizarnos y automatizarnos...desde luego es más barato que producir androides pero, el mantenimiento, sigue siendo costoso (o si no que le pregunten a la Seguridad Social). No es que estemos alienados, como predijera Marx, es que nos hemos vuelto máquinas.
Y vosotros, ¿corréis o enriquecéis?