“… que aunque todos cambiamos de traje a solas desnudos vamos.” Enrique Bunbury
Que nadie sepa que anoche bajaste la bandera,
que te bajaste de la luna
y todo se volvió abismo.
Fuera de cámara, sin luz…
las cortinas corridas.
No sea que sepan que te derrumbaste,
no sea que sin ropa,
sólo quede algo de cristal
y mucha pena.
Ayer volando en las manos de la aceptación
y hoy derramando trozos de neurosis,
mientras cenas sin hambre
y pones la tele.
Para las dudas: pastillas.
Para los temblores: jarabe de indiferencia.
Para la soledad: nebulosas de maquillaje.
Y todo para no ser un bicho raro,
para no descubrir que tienes corazón
y late.
Te humillas por sonrisas,
te vendes por cuatro tragos de beneplácitos…
Y a solas…
carmín de menos y botellas vacías.
Sólo te queda un amigo
y lleva etiqueta
y es de la mejor calidad,
pero aunque aturde
no acompaña.
Cubierta de alcohol y medidas.
Tres días vomitando,
si es que ese vestido no te sirve
y nada, siempre, todo.
Cambiaste de espejos,
los otros,
decían la verdad
y escupían arrugas a tu mirada.
Hoy no pudiste más
y dejaste el rimmel
y saliste de la rueda.
Has llorado, abrazado…
y por fin la ropa te queda bien
y por fin mandaste a la mierda
el metro, la cirrosis y la etiqueta.
De musa del desenfreno,
a voluptuosa dueña de ti misma
y has colgado a la puerta de tu vida
el cartel de:
no me etiquetes.
Adiós a los vicios de la pose, nada de ocultar
las lagrimas y el miedo.
Y te has subido a una canción
que hacía años que decías
que no te gustaba,
y la calle se ha vuelto tu amiga
y los besos vuelven a hacerte temblar…
Muñeca sin etiqueta.
Los ladrones de cuerpos,
andan al acecho.
Ya no sales en la necrológica de la imitación.
Sin etiquetas, sin reputación…
Las condenas, los cuchicheos y los nombres,
nada pueden ya con la libertad de tu mente.
Reina de tu luz y de tus sombras.
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