Revista Diario

¡No me gusta!

Por Belen
¡No me gusta!. Esta es la frase que más repite en mi hijo en la mesa. No me suelo quejar de los hábitos alimenticios del peque. De siempre he asumido que a la comida y a la alimentación de los niños hay que darle la importancia justa. El niño ha pasado por diferentes fases desde que comenzó su alimentación sólida. Algunas han sido duras, otras llevaderas y en muchas ocasiones ha sido placentera para todos. 
¡No me gusta!
Es un niño al que le ha gustado comer, y ha comido mucho. Pero no siempre ha sido fácil. 
Alrededor del año nos dejó muy claro que no quería purés, se negó a comerlos. Comenzamos a darle de comer sólido sin ningún remordimiento, a veces comía más otras menos. Pero ahí tuvimos un grave problema, se puso malito y estuvimos tres meses de idas y venidas al hospital, con varias operaciones y todo lo que ello conlleva. Esto descuadró totalmente a mi niño. Y aunque comenzó a comer muchas cosas, se empezó a resistir a comer otras. Los siguientes meses fueron muy duros en cuanto a su alimentación. 
Superada esa fase empezó a comer muchísimo mejor, variado, con gusto, con hambre, legumbres, pescados, carnes, sopas, se nos resistían la mayoría de las verduras, muchas pastas, el arroz y algunas frutas. Tiempo al tiempo, pensé yo. 
Se hizo más mayor y aunque comía con mucho gusto las verduras no había manera de que las comiera, así como pastas, arroz, más que no gustarle era el miedo a probar. Se negaba a meterse en la boca algo que su vista no aprobara. Las hice de muchas formas, colores, pero nunca quiso, nunca cedió. Por fortuna comenzó a comer mucha fruta y pensé que una cosa compensaría la otra, ...., o no. 
Ya después empezamos con ahora tengo mucha hambre y chupo la cal de las paredes, o bien no tengo nada de apetito y me dejo casi todo en el plato. Y en esas seguimos. 
Como os habréis dado cuenta no he querido identificar las fases comentadas con edades concretas porque no me parece relevante encuadrar el momento. 
Y ahora, con casi 5 años (que pronto cumplirá) estamos en una tesitura complicada. Yo no puedo decir que no come, porque sería falso, come, claro que sí. Pero es difícil que coma fuera de casa, a menos que vayamos a restaurantes con menú infantil (que le guste claro). Comer en reuniones de amigos o ciertas cosas en casa de la familia es prácticamente imposible. Se resiste a probar nada nuevo y está empezando a rechazar incluso algunas comidas que siempre le han gustado. Y lo que es peor, ha empezado a darle naúseas todo aquello que el considera "asco", como le gusta llamar. 
Con lo cual, estoy en un punto donde afirmo abiertamente y sin ningún pudor que ¡estoy hasta las narices!. No puedo más, estoy harta de que rechace todo lo que se cocina en casa, que las cosas le den asco, que se niegue a probar, que no consienta comer más que tres verduras, que me vuelva loca a diario para prepararle su menú...... y así podría seguir hasta el infinito y más allá. 
Un día se lo comenté a su pediatra, cosa absurda pues el no comer no es una enfermedad, pero me dio por ahí. Le quitó importancia, como sabía yo que haría, y me dijo que allá por el estirón de los 7-8 años comería de todo y sino tiempo al tiempo. Sí, muy bonito, pero,...., ¿y qué hago yo hasta que cumpla 7 años?. 

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