No me gusta la lluvia, y no por eso soy una triste

De un tiempo a esta parte - algo así como desde que tengo Instagram - no hago más que ver mensajes pro-lluvia los días que llueve (y los que no) . Muchos de ellos están en ilustraciones preciosas y la mayoría no son más que mensajes positivos, motivadores y de buen rollo, pero qué queréis que os diga, a mí la lluvia NO me gusta. Y mira que lo intento, que me digo venga, aunque sea porque es la moda y queda guay ponerse intenso y profundo los días de lluvia, o porque si tanta gente dice que llover mola, será verdad... Pero oye, que no. Que cuando llueve la mala leche no se va, o no del todo, y ese caracolillo en el estómago tampoco.

Porque cuando llueve suele haber estropicios. Los atascos son inevitables. En el párquing del colegio impera la ley de la selva. En Castellón al menos, no sé si por la falta de costumbre, la lluvia nos agilipolla. Hay que anular ciertos planes al aire libre, como pasó con el último cumple de Bruno. La media hora que he dedicado a plancharme el pelo se va a la basura. Y porque hay accidentes de carretera ocasionados por la lluvia. No puedo evitarlo, si me toca coger el coche lloviendo algo más de cuatro gotas, tiemblo. Y si estoy en casa pero mi marido no, también. Lo de llorar con los truenos y los rayos, solo en veces contadas, cuando parece que el mundo se acaba.

Pero sé que es necesaria. Y me gusta lucir mis botas de agua, aunque no sean lo más cómodo del mundo. Y me derrito con la cara de felicidad de mis hijos al saltar en los charcos. Y la de sorpresa y admiración cuando me ven hacerlo a mí. Me gusta el olor porque trae algo nuevo. Me gusta Bélgica. Y me gustó pasear por sus calles bajo la lluvia, sin paraguas. Pero poco más. Suficiente para no ser una amargada por ver llover.

Así que como dice el título del post, NO me gusta la lluvia, pero no por ello soy una triste.

¿Me contáis vosotros si os gusta o no la lluvia y por qué? Me encantará leeros.