No me importa nada en absoluto…
Mentira, nadie habla de lo que no le interesa, por eso no tiene sentido referirse continuamente a un asunto con el apostillado de a mí esto no me importa, si se habla de ello es porque importa. Si no, ni se recordaría.
El ejemplo estrella es el del que ha roto una relación sentimental, haya pasado el tiempo que sea y haya o no empezado otra, y que no para de aludir a su ex, aunque no deja de aclarar que lo que el otro o la otra haga con su vida no le importa en absoluto. Pues no es cierto, le toca de cerca, si no andaría ocupándose de sus asuntos actuales y no de los antiguos.
Esto podría parecer una cuestión banal, casi que de simples formas, si no fuera porque es el origen de bastantes batallas en los tribunales con las que muchos abogados sustentan a sus familias. He escuchado argumentaciones para llevar al contrincante —terminología legal aplicada al ex— al juzgado que ruborizarían a un adolescente sensato. Batallas que si hay menores de por medio, se libran sin excepción utilizándolos de metralla cuando todavía no son capaces de elaborase un criterio. A veces incluso con la excusa de hacerlo por los niños, no es verdad, en esta posición los contendientes solo piensan en ellos mismos, a ver quién gana, a ver cuál es más potente.
Además, no es banal porque impide a los dos reconducirse en sus vidas, al querulante porque no se deja vivir, al acosado porque el otro no lo deja, aunque las más de las veces, como todo en las parejas, es cosa de dos. Puede que sea más manifiesto de un lado que de otro, pero ya se sabe que si uno no quiere, dos no se denuncian. Tampoco es banal porque algunas personas no logran dar por concluida una relación para poder empezar otra —otra relación de pareja, profesional, de amistad, cultural, o con la vida— sin lastres, aunque se tenga en apariencia una nueva pareja. Y no importa cuánto haya transcurrido desde la ruptura, no se engañen, el tiempo no lo cura todo, solo lo enquista. El que quiera superarlo tendrá que responsabilizarse y trabajárselo.
Un aspecto que se puede considerar casi una constante es que a los ex les interesan muy poco las actividades de la nueva pareja del otro, nada en absoluto me importa a mí la ropa que se ponga o se quite, que eso a ella se le da mejor, la flaca esa con la que anda el lelo de Juan, porque mira que se lo ha camelado la zorra, con lo poco que le gustaba a él ir a bailar y míralo, todo el rato de fiesta en fiesta hasta las tantas, vaya un ejemplo para los niños, yo porque ni me fijo en las fotos que cuelgan en Facebook ni en las del perfil del Whatsapp, que cambia todas las semanas, ellos dos todos acaramelados, que por cierto, antes ni contestaba y ahora está todo el rato en línea, me imagino con quién, a mí me da igual, ya vendrá a pedirme que lo recoja cuando la loba esa lo deje tirado en la cuneta porque no pueda sacarle más, ya lo veremos…
Si a uno no le importa su ex nada en absoluto, se pasará el día hablando de otros asuntos, de las cosas que de verdad le interesan y en las que se encuentra implicado. Si por casualidad se encuentra a alguien con el que compartió intimidad en el pasado, lo saluda con cortesía social y continúa a sus cosas. Casi seguro que olvidará contarlo, ocupado en sus producciones.
La idea es conseguir no tener ni ex, porque mientras se tenga, algo se tiene enquistado en el alma.