Revista Atletismo

No me llames Dolores llĂĄmame Lola

Por Corroyexisto

No me llames Dolores llĂĄmame Lola

Fue durante uno de esos entrenamientos maratonianos (nunca mejor dicho). Uno de esos entrenamientos solitarios donde a partir de cierto momento comienzas a olvidar tu entorno y tu cerebro comienza a procesar ideas, conceptos, sentimientos y teorías de toda índole. En ocasiones te da por llorar imaginándote tu entrada a esa meta por la que tanto estas luchando, en otras ríes por alguna estupidez o, como en lo que hoy quiero compartir con vosotros, procesas teorías del todo sub-realistas, o no.

En esta ocasión, en este entrenamiento del cual no recuerdo la carrera que lo motivaba (ya sabes lo que dicen: "En el camino hacia Ítaca, Ítaca es lo menos importante") comencé a procesar mi propia teoría sobre la canción "Lola" del grupo Pastora.

Hace unos doce años que nos pasamos un verano cantando "no me llames Dolores, llámame Lola" y allí, en medio del monte, en medio de ningún sitio a mi me dio por pensar en porque aquella chica insistía tanto en el tema.

Mientras transcurrían los kilómetros repasaba los párrafos de la canción e intentaba recordar el video... estaba claro que aquella chica no perdía el tiempo en prolegómenos heredados de la monarquía más tradicional. "Dejémonos de formalidades y háblame de tú, con confianza... que las formalidades son una pérdida de tiempo, la noche joven y amanece temprano".

Pues bien, reconozco que la canción en su día me gustaba y que hace unas semanas la recuperamos en casa gracias al Spotify y da un buen rollo veraniego importante pero si lo aplico a mi filosofía con las zapatillas no podría estar en más desacuerdo.

En lo que respecta a las zapas, en lo que respecta a cambiar de zapas soy un romántico, un tradicional, un tímido o un cobarde según como lo mires, y para muestra un botón:

Llevo unos ochos meses corriendo con unas zapas de trail de drop bajo, de esas que compras "por probar" aún arriesgando en dejar 100€ en el baúl de los recuerdos. Más de ocho meses donde a buen seguro ya he sobrepasado los límites que los entendidos en zapas ponen a la fiabilidad de nuestras zapas. 700... 800... 1000 kilómetros... no sé, si los entendidos lo dicen será por algo. Si esas zapas que parecen nuevas por fuera están destrozadas por dentro después de aproximarnos al millar de kilómetros tendrán razón.

Pues bien, puestos hacer caso me fui a mi tienda de confianza a comprarme unas nuevas zapas del mismo modelo que compré sin ninguna confianza y de las cuales acabé enamorado perdidamente. Tan decidido estaba que acabé comprando por esa maravillosa locura que tenemos los runners otro modelo diferente, aunque de la misma marca, que de valientes está el cementerio lleno.

Ciento cuarenta euros y un par de días después me decidí a entablar relación con mis nuevas y flamantes zapas y es aquí donde comienza mi desacuerdo con Pastora. Por una razón que no llego a determinar no consigo entablar amistad ni acercamiento con mis zapas nuevas hasta pasados unos cuentos entrenos. Me duele aquí, me roza allá, resbalo después.

Tal es mi situación de desapego que todavía hoy, un mes después de mi flamante compra, sigo corriendo con mis zapas viejas. Esas zapas viejas que según los expertos ya no están en la totalidad de sus facultades, esas zapas viejas con el upper a punto de romperse por la parte exterior a causa del ancho de mi pie pero con las que me siento confiado, con las que no estoy pendiente de roces o nuevas sensaciones, esas zapas viejas en las que "me siento seguroooooo".

En conclusión, Dolores no te preocupes que poco a poco nos iremos conociendo y Lola se irá quedando en casa rebajada a domingos de cámping pero ten paciencia que junto a un cebo y una caña es lo que se necesita para acabar pescando un pez.


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