DOS AMORES EN LA VIDA
-¿Qué? ¿Confraternizando con el enemigo? -se burla Zac. Nunca ha visto a Álex en persona hasta ahora, pero en un par de ocasiones le he mostrado el álbum de fotos que escondo en el último cajón de mi cómoda. Supongo que mi ex es alguien fácil de reconocer. Aunque conoce de sobra la historia, su tono es más bien jocoso. Muy propio de él. -Necesito dos minutos largos -le digo, con una actitud de lo más dramática. Me tiendo boca abajo, deshago el nudo del sujetador del biquini, y clavo la nariz en la tela rizada de la toalla. -¡Joder! -exclamo, muy bajito, por segunda vez en menos de una hora. Zac se ríe y me aparta el pelo del cuello. -¿Tengo buen aspecto? Seguro que parezco una loca.
Me peino el pelo con los dedos, de una forma un tanto frenética. Él me sujeta la mano para que pare. -Estás jodidamente hermosa. Pareces una sirena recién salida del mar, pero con dos preciosas piernas en vez de una asquerosa cola de pez -me anima, y estoy segura de que miente como un bellaco. Invade mi toalla y se echa sobre mí, sin pudor ni vergüenza alguna, y yo me lo tomo como algo de lo más normal. Zac hace ese tipo de cosas a todas horas. -Eh... Cree que eres mi novio -confieso, con la boca pequeña. Como única respuesta recibo una carcajada.
Acto seguido, sus dedos recorren mi columna desde la parte baja de la espalda hasta la nuca. -Eres una bruja -me dice, y yo me río, porque un poco sí que lo soy. -No podía desperdiciar una oportunidad así. Zac alza la cabeza y busca a Álex entre los bañistas y domingueros. -Nos está mirando -comenta, y deposita un beso sobre mi hombro-. Si quieres te doy un morreo y lo tienes aquí en dos segundos. No me importaría tener la oportunidad de partirle la cara. Sé que lo dice en serio. Zac está al tanto de gran parte de lo que pasó entre Álex y yo, no de todo. No es el único que tiene ganas de abofetearle.
La nuestra es una historia larga, tortuosa, algo enfermiza, pero con momentos dulces e inolvidables. Es muchas cosas, tantas que resulta imposible que acabe nunca y, sobre todo, que acabe bien. Eso es lo peor, saber que para nosotros nunca habrá un final feliz. -¿Estás bien? -me pregunta, serio y preocupado, tal vez porque se me debe de haber puesto cara de circunstancia al dejarme llevar por los recuerdos. -Que sí, bobo -le digo, a pesar de que no estoy nada segura de ello. Según Coelho, durante nuestra vida tenemos dos grandes amores. Uno es ese amor difícil, visceral, al que perderás de forma irremediable siempre y con el que nunca encontrarás la paz, aunque os sobre la pasión.
El otro será un amor tranquilo, es probable que el padre de tus hijos, el que te comprenda y te reconforte. Yo tengo muy claro quién es para mí el primero, aunque no haya encontrado aún el segundo. -Te lo estás comiendo con la mirada -señala Zac, tumbándose boca arriba y cerrando los ojos. -Qué va -replico, poco convencida-. Es que hace tiempo que no lo veía, eso es todo. ¡Ja! pienso para mí. ¡Ja! ¡Ja! -¿Se me nota mucho? -admito al fin. Zac sacude la cabeza, acostumbrado como está a mis tonterías. Me coloco a su lado y sus dedos se enlazan con los míos en una muestra de apoyo silencioso que me da valor para tratar de olvidar.
Y así nos quedamos, con las manos juntas y tumbados al sol, dejando que este nos caliente la piel. -Voy a hacer unos largos. ¿Te vienes? Levanto la cabeza y niego. No entiendo para qué me pregunta si sabe que el deporte y yo somos incompatibles. Una vez salí con él a correr y terminé en una hamburguesería mientras Zac se dedicaba a trotar por el parque. ¿Qué necesidad tiene la gente de correr si nadie les persigue? Zac se marcha y me quedo a solas con mis pensamientos. No puedo apartar al imbécil de mi ex de mi mente. Han pasado dos años desde que nos vimos por última vez y en aquella ocasión acabé echándole en cara lo cabrón que había sido conmigo. Llevaba encima cuatro o cinco copas de más y el filtro entre mi cerebro y mi boca había desaparecido.
Él aguantó el chaparrón con una sonrisa estoica en la cara y una cerveza en la mano. Fue un poco bochornoso, pero no podéis imaginar lo bien que me quedé al soltarlo todo. Creo que jamás habíamos hablado de forma tan directa de lo mal que se había portado conmigo. Él lo sabía, no necesitaba que yo le recordara sus desplantes, los ataques de celos, las interminables peleas que teníamos... Pero fue liberador a un nivel casi místico. -Lo sé -aceptó Álex después de mi monólogo, pero que lo admitiera no eliminó el daño causado. Resoplo de forma sonora. Me estoy machacando con algo que no tiene solución, algo que no puedo cambiar.
El pasado es un fantasma, monstruoso y muy doloroso en mi caso, que no dejará nunca de vagar a mi alrededor. -Sin marcas -me dice una voz de sobra conocida. Tuerzo el cuello y me encuentro el bajo deshilachado de unos vaqueros a apenas un palmo de mi nariz. Cierro los ojos a ver si así desaparece su dueño. -No me gustan, ya lo sabes -replico, al comprender que se refiere al hecho de que tome el sol con la parte superior del biquini desabrochada. En ese instante caigo en la cuenta de que he retorcido la braguita hasta que casi parece un tanga y tengo la mayoría del culo al aire. Bueno, tampoco es que no lo haya visto antes.
Con lo tranquila que estaba yo hasta ahora, ¿por qué ha tenido que aparecer Álex? No es que no piense en él a veces, pero ya me había acostumbrado a que nuestras vidas hubieran tomado rumbos diferentes. Lo nuestro es algo que está siempre ahí, pero que no duele mientras no lo miras a los ojos. Y ahora mismo duele, duele muchísimo. Álex no dice nada y me obligo a abrir los ojos para comprobar si se ha marchado. Pero no, el tío se ha acomodado a mi lado, sobre la arena. Tiene las rodillas dobladas y los codos apoyados sobre ellas. Se está fumando un cigarrillo y exhala el humo hacia arriba, como suele hacer siempre cuando piensa en cometer alguna estupidez.