Revista Sociedad

No me violes los derechos

Publicado el 23 agosto 2014 por María Mayayo Vives
Resulta paradójico que en este país andemos en pelotas hasta para defendernos de las violaciones. Yo ya no sé si España es un país de cobardes o un país de un desnudo intelectual que abochorna. Lo que sí me parece un auténtico despropósito es que, cada vez que sale a pasear un tema relacionado con los derechos de la mujer, se tenga que topar de narices con ideologías paleolíticas de la altura de un Gallardón, un Fernández Díaz o un alcalde de provincias cualquiera, que empiezan metiendo la pata y acaban con una homilía.
Vivimos las mujeres españolas en un país en el que se nos escapan los derechos por las costuras del Gobierno. Nos estrenamos con el aborto de Gallardón (que, así dicho, parece un sueño), continuamos para bingo con el desamparo de las mujeres solteras en materia de fertilidad por parte de la Mato y ya iba tocando que nos hicieran partícipes de la preocupación que despierta el delito de violación en el sentir gubernamental. El alcalde de Málaga nos ha hecho saber que son cosas que pasan. El de Valladolid añade que una mujer tiene que cuidar por donde va, la cúpula del gobierno calla y el Ministerio de Interior... del Ministerio de Interior ya hablaremos luego. Me sale de la pluma añadir además que, en los últimos cuatro años, el presupuesto destinado a políticas de igualdad se ha reducido a la mitad y que los recursos empleados contra la violencia de género han decrecido un treinta por ciento. Juntando todo esto, la verdad es que yo, si fuera mujer, estaría indignada, pero desorientada como me hallo en esta tiniebla cultural de nuestros cargos oficiales, me nace más arrancarme por María Dolores Pradera y su famoso "devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás."
Una juez en Málaga archiva la denuncia de violación presentada por una joven de veinte años contra cinco individuos y nuestros mandamases se roban la palabra proponiendo medidas contra el delito de violación que, despejadas las chorradas y memeces, se pueden reducir a dos sin que a nadie se le haya tambaleado el ministerio o la alcaldía ni un poco, a saber: el despliegue policial o el recogimiento femenino. Huelga decir que  España no es un país en el que se pueda esperar un policía detrás de cada violador. Sería un derroche presupuestario y actuación completamente innecesaria desde que Interior concedió, en el mes de febrero, la medalla de oro al Mérito Policial a la virgen María Santísima del Amor, quiera dios que nos ampare. De modo que, como las fuerzas del orden no proceden en estos casos que, a veces, pasan, el susodicho Ministerio se ha brindado también a redactar una serie de recomendaciones dirigidas a la mujer de hoy, del moderno calibre de: guardarse pronto por la noche, llevar un pito en el bolso (de los de silbar) o encender las luces de todas las habitaciones cuando una se encuentre sola en casa (que para eso nos han puesto la luz a buen precio) de manera que parezca que está acompañada de quince tíos, pero sin que se entere su madre.
A mí, este viril Pleistoceno de nuestros actuales gobernantes se me está haciendo largo de necesidad, qué quieren que les diga. Este yugo ideológico que nos cuelgan desde un Gobierno en el que hasta las ministras más monas militan del lado de los que se empeñan en rescatar aquel machismo bíblico que creíamos extinguido, me pesa como un collar de melones. Pero más me pesa el hecho de que, de los cuarenta y siete millones de españoles que éramos en época de votar, no pudiera llegar a los puestos de gobierno, que se sepa, una sola mente pensante capaz, en esta circunstancia, de elaborar un ensayo, planteamiento, programa o enfoque del riesgo de violación y cómo evitarlo susceptible de ser tratado desde el Ministerio de Educación, desde el Ministerio de Justicia  o desde el misterio del sentido común. No. "No podemos poner un polícía en cada parque" (León de la Riva dixit), dando a entender que son las mujeres las que tienen el deber de cuidarse a sí mismas y no ir provocando por lo verde. Lo que es tanto como decir que no podemos poner un policía detrás de cada asesino, sino alentar a los ciudadanos para que se compren sus chalecos antibalas y no se paseen por la vida a pecho palomo, que parece que van pidiendo que les descerrajen seis tiros.
Si no fuera porque no tiene ninguna gracia, sería para partirse.
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