A ver, un momento.
Que la cosa pública se ha puesto difícil lo sabemos todos, pero que es imposible gestionar lo que antes hacíamos con mucha más gente y con un escenario jurídico bastante más sencillo igual hay que explicarlo mejor.
Corren malos tiempos para la lírica, sin
entrar en detalles que todos conocéis, las Administraciones públicas se están
descapitalizando a marchas forzadas, y no solo porque nos están dejando
personas que son capaces de ges
tionar y “sacar” el trabajo que se
nos encomienda, sino porque perdemos el talento acrisolado estos últimos cuarenta
años para hacerlo, además, rápido y de manera efectiva. Qué queréis que os
diga, a mí me parece que esta es una realidad anunciada que no hemos sabido
afrontar con suficiente antelación, salvando algunas honrosas excepciones, pero
nos ha pillado el toro. Como siempre.
Pero dadas las circunstancias que a nadie le quepa ninguna duda que está todavía en nuestras manos hacer al menos un par de cosas para evitar que entremos en colapso. Primero y principal ser conscientes del problema. Pero no del problema superficial – el de que tenemos mucho trabajo y muy poca gente – sino el de fondo, el de que la cosa va para largo y tenemos que apañárnoslas solos.
Por eso, llegados a este punto, hay que plantarse ante quien corresponda y saber decir que NO. Un no argumentando, un no con fundamento, un no bien explicado para que el que nos escuche pueda entender que esto no va de tener más o menos ganas o cobrar más o menos dinero, sino que simple y llanamente las cosas o se hacen bien o a medias no vale la pena hacerlas. La prestación de los servicios públicos se ha complicado mucho, ya lo sabemos, pero no caigamos en la trampa de pensar que cuanto más dinero tengamos – Fondos Next UE – o más proyectos impulsemos mejor nos irán las cosas porque es una forma de mantener la maquinaria engrasada, la locomotora tirando de los vagones, la caldera consumiendo carbón.
Así no, hay que tomar el control de los acontecimientos y saber minorar la marcha, acompasando nuestros objetivos a nuestros recursos para hacer una asignación real de los mismos y no morir en el intento. Pero ah, amigo, ¿y si no tenemos objetivos?, pues entonces estamos abocados a un tren sin control que se detendrá en una vía muerta cuando se consuma todo el carbón o el maquinista se tire del mismo estando aún en marcha. Es muy bonito decir que NO, pero debemos tener argumentos para justificar por qué lo hacemos, y estos solo vendrán de haber sido capaces de elaborar una buena estrategia que nos conduzca, a través de la correspondiente planificación, a alcanzar unos objetivos concretos basados en la misión y la visión de nuestras organizaciones.
Suena todo como muy clásico, lo sé, incluso pasado de moda. Pero yo ahora que me dedico a la fontanería institucional 2.0 cada vez tengo más claro que hemos estado gestionando servicios públicos por encima de nuestras posibilidades. Que si subvenciones por aquí, que si contratos por allá, que creamos varios portales parecidos, que un órgano que vele por la privacidad y la seguridad.
Todo muy legítimo, sí, pero en el fondo hemos hecho algo de trampas al solitario: con poca dotación de efectivos – por mucho dinero que tengamos – y sin un verdadero propósito como organización – necesitamos una verdadera estrategia compartida por todos – asumir demasiados desafíos, por pequeños que parezcan, es una enorme temeridad al alcance de muchos. No sabemos decir que NO, y lo peor de todo es que no tenemos argumentos tampoco para intentarlo. Aún.
Literalmente, con el tren en marcha, debemos ser capaces de minorar la velocidad para tener algo de margen y reorientar nuestras acciones hacia el camino deseado, no el más popular ni otro impostado, sino la verdadera hoja de ruta que nos ha de llevar al destino que hemos dibujado como organización y colectivo, a la consecución de los objetivos deseados y no a otros más brillantes, menos necesarios.
No es un camino fácil el que nos espera, es más, yo diría que es un reto de valientes, de auténticos empleados públicos vocacionales que quieren trabajar en Administraciones públicas que tienen un propósito real y no improvisan con cada convocatoria. Por eso hay que enseñarles – y respetarles – cuando digan que NO, que no podemos asumir más proyectos, no podemos gestionar más fondos, no podemos contratar más infraestructuras, no podemos abrir más portales, no podemos gestionar más servicios públicos si no somos capaces de dar más calidad a cambio de mayor compromiso con nuestros ciudadanos.
Fuente: Borja Colón de Carvajal - administracionpublica.com