Nadie quiere que le digan lo que uno ha de hacer. Más todavía, si es lo quieres hacer. Es psicología inversa. Si quiero hacer una cosa, no quiero que me digan que quiero hacer esa cosa. Te chafa el libre albedrío ese. Este año es un buen año para empezar a pensar en uno mismo un poquito más. Se me antojan que los que más se aman a sí mismos, o sea, los que tienden a la idolatría, más se admiran y se tienen en estima. Es curioso. Vemos lo que nos enseñan y lo aceptamos como verdadero y auténtico. Pero no deja de ser lo que es. Un egoísta es un egoísta, pero pensar en uno mismo no es egoísmo, es reflexión interna. La diferencia es clara. Un idólatra es un idólatra, a pesar de que haya quien lo idolatre como a una imagen cualquiera de alguna virgen o santo. Como un déjà vû, sea lo que sea, no quiero que me anticipen mis pensamientos cuando estoy en hacer algo. Ya lo he visto antes, y siempre pasa lo mismo. Si quiero comer pizza no vale decir "yo/tú quiero/-es comer pizza" sino "¿vamos a comer pizza?" Es más prosaico. Somos incapaces de aceptar qué es lo que nos gusta hacer ante otras personas. Y al final terminamos engañándonos los unos a los otros. Somos como somos, una perogrullada, pero en muchas ocasiones no nos comportamos como somos sino como nos dicen que somos o quieren que seamos. Es absurdo. Ya hay bastante infelicidad material alrededor nuestra como para hacernos infelices nosotros mismos desde dentro.
Revista Cultura y Ocio
Nadie quiere que le digan lo que uno ha de hacer. Más todavía, si es lo quieres hacer. Es psicología inversa. Si quiero hacer una cosa, no quiero que me digan que quiero hacer esa cosa. Te chafa el libre albedrío ese. Este año es un buen año para empezar a pensar en uno mismo un poquito más. Se me antojan que los que más se aman a sí mismos, o sea, los que tienden a la idolatría, más se admiran y se tienen en estima. Es curioso. Vemos lo que nos enseñan y lo aceptamos como verdadero y auténtico. Pero no deja de ser lo que es. Un egoísta es un egoísta, pero pensar en uno mismo no es egoísmo, es reflexión interna. La diferencia es clara. Un idólatra es un idólatra, a pesar de que haya quien lo idolatre como a una imagen cualquiera de alguna virgen o santo. Como un déjà vû, sea lo que sea, no quiero que me anticipen mis pensamientos cuando estoy en hacer algo. Ya lo he visto antes, y siempre pasa lo mismo. Si quiero comer pizza no vale decir "yo/tú quiero/-es comer pizza" sino "¿vamos a comer pizza?" Es más prosaico. Somos incapaces de aceptar qué es lo que nos gusta hacer ante otras personas. Y al final terminamos engañándonos los unos a los otros. Somos como somos, una perogrullada, pero en muchas ocasiones no nos comportamos como somos sino como nos dicen que somos o quieren que seamos. Es absurdo. Ya hay bastante infelicidad material alrededor nuestra como para hacernos infelices nosotros mismos desde dentro.
