Revista Educación

No quiero salir de casa

Por Siempreenmedio @Siempreblog
No quiero salir de casa

El otro día, Antonio, desde Londres, me mandó un audio de Whassap diciendo, en el más perfecto canario que 20 años fuera de casa consigue: chacho, tú tienes que estar subiéndote por las paredes. Con lo que tú eres para estar en casa.

Algo parecido me dijo Karla que, desde México, no hacía más que decirme que el pinche presidente no toma medidas, porque es un pinche inútil y está haciendo el pinche oso. Puede que no dijera tantos pinches en la conversación. No, sí los dijo todos. Y me preguntó que cómo estaba.

Soraya acababa de llegar desde la frontera de Ecuador con Colombia, y no había comido cuando hablamos. Me dijo cómo estaba su país, que tenían toque de queda. Y que aquello tenían que controlarlo, porque si no, se iban todos a la mierda. Eso lo dijo bajito, Sory es malhablada solo en confianza. Me preguntó si estaba bien, que cómo estaba mi cabeza.

A Eva se le escuchaba un poco entrecortado en la videollamada del otro día, porque la afortunada vive en el campo, y desde allí me mandaba energía. Como Idaira, que me dijo antes de que el resto se conectara, que le gustaba mi corte de pelo, pero que pasaba de decírmelo delante del resto. Naima llegó tarde a la conversación y nos hizo cambiar a todos de plataformas dos veces. Todos obedecimos. Desde Tenerife, cada una en una ciudad, pero todas en la misma sintonía. Hicimos una ronda para saber cómo estaba cada uno. Todos hablábamos al mismo tiempo. Nos reímos.

A Miguel, a Mai y a Juanpa los vi bien. Jugamos a rol durante tres horas y morimos irrisoriamente cuando Miguel y Juanpa sacaron un 1, la pifiaron, se les encasquillaron las armas, y los mataron. Me reí de ellos en dolby surround. Tiré los dados. Morí yo. Nos contamos qué tal lo estábamos encarando. Todos teníamos los mismas percepciones.

Cuando salgo a la calle tengo muchas ganas de llorar. Voy al súper una vez a la semana, y llego derrotado, sin ganas de volver a salir. Porque los pocos metros que transito me chupan la energía que genero, que es bien escasa. No soporto escuchar a los gestores de salud que encuentro en la fila (bien difusa) de Correos. Miro con odio a los críticos del gobierno (muy respetables, por cierto) en el cajero del Mercadona (vivo en Valencia, qué quieren) con las tesis irrefutables de que lo han hecho todo mal, porque ellos lo habrían hecho mucho mejor con la punta de la nariz (eufemismo). Si voy a la farmacia, me pongo los cascos, porque no quiero oír la misma matraquilla de siempre. Cuando escucho la palabra Venezuela subo mucho el volumen.

No quiero salir a la calle, porque llego peor a mi casa. Mucho peor. Triste y cansado.

Pero después me acuerdo de que Antonio está siempre ahí, y también Karla y Sory, y Eva, Idaira, Naima y Miguel, y Mai, y el bueno de Juanpa. Y muchos otros, no se crean. Soy un tipo huraño pero al que la gente quiere. Poca gente, pero mucho amor.

Entonces miro mi calendario de videollamadas, y recupero fuerzas. De hecho los dejo, que tengo una en unos minutos. Que necesito que me cuenten una chistes, me digan lo gordo que me estoy poniendo y que vamos a salir de esta.


Volver a la Portada de Logo Paperblog