Hace no mucho tiempo vi en el programa de televisión “Deportes Cuatro” un reportaje sobre Cristiano Ronaldo, un deportista de gran impacto mediático que me llamó la atención (lo cierto es que es raro no ver una noticia o mención diaria suya dentro de las noticias de ámbito deportivo). En dicho reportaje se alababan las virtudes de la preparación física de dicho deportista apoyado en el análisis de distintos segmentos de su musculatura por parte de un fisioterapeuta. En el análisis se elogiaba a dicho deportista como una mezcla de distintos deportistas reconocidos de diferentes disciplinas y se calificaba a dicho deportista como el “deportista total”, cuyo cuerpo, dada su preparación, se podía calificar casi de inmune ante cualquier lesión muscular.
De primeras, quiero dejar claro que este no es un artículo contra Cristiano Ronaldo ni ningún deportista de élite. Me gusta el fútbol y disfruto de un juego practicado por jugadores dotados de un físico y técnicas capaces de hacer arte con un balón. No tengo nada que objetar en cuanto a que dicho deportista sea un portento físico o un individuo dotado de unas capacidades extraordinarias para la alta competición deportiva, aunque en ese punto quiero entrar a valorar el uso mercantilista del cuerpo y su uso como mero instrumento para satisfacer la voluntad del ego en aras de un mundo cada vez más alejado de sus verdaderas necesidades y placeres corporales que deberían sustentarse en la realidad psíquica, emocional y corporal, en lugar de hacerlo en una imagen corporal que proyecte éxitos y esconda nuestras miserias: narcisismo, miedos, baja autoestima, falta de empatía y un largo etc. que desembocan en una sociedad cada vez más desestructurada y desigual.
Me gustaría hacer hincapié en que en ese bombardeo incesante de imágenes de perfección que diariamente venden los medios de comunicación, en lo referente al cuerpo, no encuentro demasiadas alusiones a la educación emocional y su relación con el trabajo corporal. Es muy probable que dicho deportista en cuestión no sufra de lesiones musculares derivadas de la propia práctica deportiva en primera instancia (aunque todo exceso relacionado con su práctica deportiva tal vez pueda provocar a la larga un desgaste), pero ¿Qué hay de aquellas lesiones derivadas de su estructura caracteriológica o de su personalidad? Cada vez son más estudios de la Psicoterapia Corporal, como la Bioenergética (Con autores como Wilhelm Reich, Alexander Lowen, John C. Pierrakos, Stanley Keleman, etc.) que demuestran que el ser humano es una entidad unitaria en sí misma, es decir, que toda respuesta que da o estímulo que recibe le afecta a su totalidad o proviene de su totalidad. Seamos más claros: Si por ejemplo yo estoy triste, mi cuerpo también se aflige.
Una emoción es un acto hacia afuera, una expresión corporal -
La expresión “estar triste” es sinónimo de “sentirse triste” aunque, paradójicamente, la expresión de dicha tristeza pueda no darse de forma total o asertiva: el problema es cuando estoy triste y no expreso, cuando tengo que llorar y no lo hago, porque probablemente me hayan educado para guardar las formas, por miedo al rechazo o a la humillación que ello podría suponer. Una emoción es un acto hacia afuera, una expresión corporal. Comúnmente conceptualizamos las emociones, pero hablar de sentimientos no es lo mismo que sentirlos. ¿Cuantas veces nos ha pasado que no hemos sido capaces de expresar nuestro enfado por miedo a a la reacción? Si prestamos atención a nuestro cuerpo (y cuando digo atención hablo de los sentidos, no de la mente) podemos darnos cuenta de que cada emoción no expresada deja un poso en nuestro cuerpo.
La propia musculatura puede actuar como mecanismo de defensa para reprimir la emoción o anular su percepción. El problema es que este es un hábito de carácter no consciente en la mayoría de los casos, es decir, damos por hecho que somos así: cuando ocurre una situación que nos aflige, en la mayoría de los casos buscamos su explicación y posible solución fuera de nosotros.
Comúnmente conceptualizamos las emociones, pero hablar de sentimientos no es lo mismo que sentirlos. -
No obstante, si ahondamos en nuestra historia personal, podríamos descubrir ciertos sucesos acaecidos a edades muy tempranas que dejaron una impronta a modo de carácter, un patrón de distorsión que en su día nos sirvió para sobrevivir a situaciones que un niño no puede entender, pero que en la edad adulta impide madurar porque la herida infligida sigue latente, y es esa musculatura la que refleja dicho mecanismo de defensa y nos enclaustra en nuestro miedo, orgullo, vergüenza o frustración.
Pero volvamos a la musculatura en sí. El mero hecho de mantener una tensión excesiva durante años no solo nos afecta en nuestra expresión emocional y asertiva, en relaciones personales y la manera de ver el mundo. La musculatura que no se distiende puede causar lesiones crónicas y enfermedades tales como hernia discal, artrosis, enfermedades coronarias, disfunción sexual, asma etc. Pueden ser pequeñas grupos musculares que han visto su motilidad reducida a causa de una tensión crónica, porque la mera acción de negar un suceso traumático no solo endurece la musculatura, sino que la insensibiliza y crea una perturbación en la forma natural de respirar.
La práctica del ejercicio físico ligado al desarrollo personal puede ser clave para llevar una vida saludable -
Pongamos un ejemplo de cómo un hecho traumático puede reflejarse a nivel corporal: A modo de respuesta defensiva a una situación infantil amenazante, se pueden desarrollar tensiones musculares en el abdomen que tienen como finalidad la represión de las emociones sensuales, el control de las funciones excretoras y la disminución del dolor causado por un llanto persistente que no sirvió para buscar una respuesta positiva en los padres. Las tensiones diafragmáticas que surgieron como resultado del miedo tiran de las costillas inferiores hacia arriba, lo cual escinde la unidad sensitiva del cuerpo al crear un anillo de tensión alrededor de la cintura.
Hoy en día, la práctica del ejercicio físico está bien vista por la sociedad en general y desde diversos estamentos médicos y pedagógicos se recomienda la práctica para llevar una vida saludable. Ahora bien, deberíamos preguntarnos si la manera en que practicamos ejercicio es del todo saludable o si bajo ese pretexto nos estamos incluso haciendo daño físico y psicológico en pos de un canon de imagen corporal o de llevar al cuerpo a límites de esfuerzo antinaturales. En cambio, la práctica del ejercicio físico ligado al desarrollo personal puede ser clave para llevar una vida saludable y conocernos mejor, dando lugar a una inteligencia emocional que nos permita estar a gusto con nuestro yo corporal, la realidad más básica que dice quienes somos, y que es la que siente y padece. Y por supuesto, practicar ejercicio por el puro placer de practicarlo, ganemos o perdamos.Y tú, ¿Estás a gusto con tu cuerpo? ¿Crees que atiendes a sus necesidades o por contra lo utilizas como mera herramienta de tu voluntad?
Fotos de Enrique_L. Bajo licencia C.C.