Hace ya unos meses llegó a casa uno de los viejos volúmenes de la editorial Aguilar con una selección de obras del autor Cornell Woolrich publicadas bajo uno de sus seudónimos, William Irish. Se titula Obras escogidas 1. Se incluyen en él dos novelas: La mujer fantasma y El plazo expira al amanecer y conjuntos de relatos No quisiera estar en sus zapatos, Lo que la noche revela y Siete cuntso fúnebras. El que acerco hoy hasta aquí, No quisiera estar en su sus zapatos, es el único que llevo leído por ahora de este volumen recopilatorio El siguiente será Tenía que ser asesinato, It Had to Be Murder, en el que está basada la excelente película de Hitchcock, Rear Window, titulada en castellano La ventana indiscreta. Pero eso será otra entrada...
Tom Quinn, tenedor de una empresa de sombreros, de 38 años, casado con Annie y con los pies planos- dato que se mostrará sustancial en la historia- es el protagonista de No quisiera estar en su zapatos. Y es acusado de asesinato. La huella de unos de sus zapatos ha sido encontrada en la escena del crimen. La culpa de la mala suerte de Quinn la tienen los gatos, esos gatos que noche tras noche se llaman y se pelean ruidosamente para desquiciar los nervios de los vecinos que han de dejar sus ventanas abiertas para alivio del insoportable calor."Comenzaba cada vez con un sonido grave y trémulo. Como el de una tetera que hierve o el del motor de un automóvil al ponerse n marcha, o como si alguien estuviera haciendo gárgaras. Luego se tornaba agudo. Más agudo que el de un chillido y que el de una uña rascando el cristal. Más agudo de lo que los nervios humanos pueden soportar. ¡Miiiauuu! Se convertía luego en un sonido serpenteante, que terminaba en un resoplido explosivo. Hach tuchs! Y empezaba de nuevo."El calor, los gatos, unos zapatos que se lanzan por la ventana para ahuyentarlos. Todo una serie de causalidades y casualidades, o no tanto, que llevarán a Quinn a prisión y que sumirán a su esposa Ann en la desesperación.
Imposible dejar de leer este relato, breve por otra parte- unas 55 páginas- siguiendo la investigación policial que va cercando inexorablemente a la pareja. Ellos ajenos y el lector sufriente conocedor de cómo los hechos pesan sobre ellos. Sufriente porque el autor consigue con facilidad que el lector empatiza con ellos: con su mala fortuna, con su vida anodina y sin lujos, con sus esperanzas y con sus angustias.
Y lo mejor de todo, el final. Las últimas palabras de la dulce y sensata Annie. Dan un nuevo sesgo a la historia y marcan la diferencia.
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