Cuando terminé mi carrera, hace varios años atrás, comencé con un proyecto, con una amiga, para organizar eventos.
Ese proyecto inicial, y bajo el mismo nombre, luego se convirtió en Salón de Fiestas. Ya con otro socio y con una inversión mucho mayor (de capital, de riesgo y de tiempo).
Al cabo de dos años lo vendimos, porque vinieron épocas de Gripe A, de recesión y de "ganas de hacer otra cosa". Ahi entendí que organizar eventos y tener un salón de eventos eran trabajos completamente diferentes.
Alejada de la actividad, haciendo pequeños trabajos para amigos y familiares nada más, me enfoqué en la docencia y la capacitación. En mis alumnos, en especializarme en inserción laboral, y en los asesoramientos.
Es claro que necesitaba alejarme de la actividad que durante tantos años me había fascinado.
Me fue y me va muy bien en el área de capacitación y asesoramiento, de hecho es una de mis grandes pasiones. Me encanta enseñar, lo hago con ganas y con muchísimo placer.
Hasta que volvió la propuesta de organizar eventos, con una idea genial, con presupuesto, con libertad de trabajo, compartiendo el tiempo con gente querida... y no pude decir que no, aunque había decidido casi rotundamente no volver al mundo de la organización.
Volví, todo salió perfecto, lo disfruté y me di cuenta de que soy bastante buena haciéndolo!
Quería hacerlo? No.
Me sorprendí a mi misma? Sí.
Lo disfruté? Muchísimo.
Y bueno, a veces hay que dejarse sorprender.