Nadie en todo el planeta ha subido tanto los impuestos, en tan poco tiempo, como Sánchez. Los impuestos acaban de ser subidos de nuevo por un gobierno insaciable, que lo único que hace bien es expoliar. Suben el IRPF, el tabaco, el Impuesto de sociedades, los apartamentos turísticos, los vapeadores, los hidrocarburos y la tributación de los artistas. Unidos a los muchos que ya existen, en su mayoría confiscatorios y de dudosa legalidad, y a los grandes impuestos a las eléctricas y a la banca, la España socialista se ha convertido en un Infierno Fiscal que espanta a las empresas, a los millonarios y a también a las clases medias y empleados. Aunque te digan que España está por debajo de la media europea en fiscalidad, eso es mentira. España es el peor de los infiernos fiscales de Europa si se tiene en cuenta el nivel de los salarios. Los españoles, bajo el corrupto sanchismo, son los seres más saqueados de la Unión. Los políticos españoles no saben gobernar, pero sí saben expoliar y abusar del poder en beneficio propio. Lo han demostrado en la gestión de la DANA de Valencia y en la marea de corrupción que rodea al partido socialista y al presidente Pedro Sánchez, que tiene imputados a su esposa, su hermano, al Fiscal General y a su colaborador más cercano, el sucio Ábalos. Los grandes partidos políticos españoles se han llenado de mediocres y parásitos que no buscan servicio al pueblo en la política, sino el beneficio propio, el privilegios y el enriquecimiento. La gente preparada huye de la política y deja el Estado en manos de partidos políticos que se han transformado en escuela de ladrones, aprovechados y maleantes, expertos únicamente en hacer desgraciados a los pueblos y naciones que gobiernan. El infierno fiscal que han construido ni siquiera es el peor de los dramas de España provocados por Sánchez y sus aliados. Además, han sembrado el país de odio y separación, han violado la Constitución, han roto la igualdad, han propiciado la corrupción, han protegido la delincuencia, han crispado la convivencia y han convertido el país entero en un Estado semifallido, con ciudadanos cabreados y cada día más divorciados de sus políticos. Como prueba del drama español, su presidente, Pedro Sánchez, ya no puede salir a las calles, donde es insultado y hasta apedreado por el pueblo, como ocurrió recientemente en la zona de Valencia dañada por la DANA. ---
Lo peor de los políticos españoles no son sus mentiras, ni sus muchos errores como gobernantes, sino su concepción del Estado, diametralmente opuesta a lo que exige la democracia.
En democracia, el mandato que reciben los políticos electos no es incondicional, como ellos dicen, sino fiduciario, basado en la confianza, que puede mantenerse o perderse, según se gobierne bien o mal. El derecho de los ciudadanos a retirar su confianza a los políticos que les traicionan y que les llevan hasta la ruina como gobernantes no es reconocido en España, un país con una democracia degradada en el que el ciudadano es el gran marginado.
Muchos políticos, desde su arrogancia, interpretan y aplican a su conveniencia las normas más elementales del sistema y hasta las leyes más sagradas. Según la más extendida de esas perversiones, el ciudadano debe renunciar a su voluntad política y a su soberanía nada más emitir su voto, pues los políticos votados pasan a apropiarse de la soberanía popular y hacer con ella su coto señorial.
Zapatero, Rajoy y sobre todo Sánchez, durante sus lamentables mandatos, ignoraron que el poder siempre está condicionado en democracia a la confianza y al buen gobierno. Lo que los ciudadanos les encomendaron, al elegirles en las urnas, no era "que gobiernen", sino que "gobierne bien", lo que es muy diferente.
Para desgracia de los españoles, PSOE y PP son dos partidos políticos ajenos a la democracia verdadera y encuadrados en una partitocracia radical, que puede también calificarse como una dictadura de partidos.
Es tan sencillo como cuando el consejo de administración de una empresa designa a un director general. Obviamente, no lo hace para que dirija la empresa como él quiera, sino para que dirija bien y obtenga resultados. Si no lo hace bien, pierde el puesto, ya sea dimitiendo o mediante expulsión. En política, debería ocurrir exactamente lo mismo, si se cumplieran las reglas, y de hecho ocurre así en algunas democracias avanzadas del mundo, pero no en España, donde los políticos han tergiversado las reglas y, cuando son designados, no sólo se creen elegidos sin limitación alguna hasta las próximas elecciones, sino que arrebatan la empresa (El Estado democrático) a sus dueños, que son los ciudadanos, se adueñan de la empresa y hasta someten y maltratan a sus verdaderos dueños.
En las democracias reales y limpias, cuando un gobernante comete errores graves, dimite, interpretando correctamente que ha fallado y ha traicionado la confianza que los ciudadanos depositaron en él. Pero no ocurre eso en España, considerada un ejemplo mundial de descaro y degeneración política, entre otras muchas razones porque sus políticos nunca dimiten.
Pedro Sánchez, uno de los autócratas más corruptos del planeta, cree que dimitir significa reconocer errores y eso es impensable en su gobierno. Nada más antidemocrático y corrupto que esa filosofía sucia del poder.
La concepción del poder sanchista impone que cuando han sido elegidos hay que aguantarlos hasta las próximas elecciones, hagan lo que hagan, incluso si con su comportamiento lleva al país hacia la ruina y el desastre.
Ese criterio empobrece, degrada y pudre la democracia española, convierte a los ciudadanos en rehenes secuestrados por sus políticos y crea el caldo de cultivo propicio para que germinen la corrupción y el abuso de poder.
El primer deber de todo demócrata español es acabar con esa concepción totalitaria y corrupta del poder, no votando nunca a los tiranos y reformando las leyes y normas hasta conseguir que los políticos respondan de sus actos y se sientan vinculados no tanto al poder como al servicio al ciudadano y a su eficacia como gobernantes.
Si España quiere sobrevivir como nación, tiene que impedir que en el futuro lleguen al poder miserables y corruptos como los que hoy dominan la escena política española.
Francisco Rubiales