Parece por lo que se va conociendo últimamente que lo que ha estado decidiendo cómo repartir la miseria en el planeta es una cleptocracia mundial que lleva mucho tiempo campando a sus anchas. Y parece que es lo que han apuntalado los distintos organismos internacionales que vistos los resultados han estado controlados por los mismos cleptócratas. De hecho, parece que la solución a los problemas pasa necesariamente por su impunidad y por dejarles que sigan robando a sus anchas hasta el fin.
Y eso es señal de que por fin hay un modelo planetario para el siglo XXI que básicamente es el estado feudal pintado de colorines (y con el Android colgado por un error de actualización) como si el invento no hubiera fracasado ya en el siglo XVIII, aunque la verdad sea dicha, en muchos países nunca se produjo el paso de estado premoderno a moderno así que no se va a notar en la realidad salvo por la vuelta a las viejas costumbres medievales como ir a pedir los restos de comida al monasterio como en El nombre de la Rosa. Y posteriormente, el regreso al canibalismo.
Por suerte los robots reemplazarán a los humanos en todas sus labores menos a los burócratas que son irreemplazables por ni haber tenido nunca labor alguna que justificase sus sueldos por unos presuntos trabajos que hace décadas hacen las máquinas mucho mejor. Por ejemplo, siempre será más inteligente un PC jugando al buscaminas consigo mismo que un tonto enchufado en un despacho jugando con el mismo, un portátil no, porque se recalentará. Lo único pues de la especie humana que sobrevivirá al resto serán los que sean los suficientemente estúpidos para que puedan ser tenidos por mascotas de las computadoras en despachos oficiales.
Como toda la humanidad será una pandilla de muertos de hambre, no habrá a quién robar y como los ordenadores ni comen ni duermen, no necesitarán dinero para comprar comida o somníferos, ni siquiera camas o colchonetas, dado que no están diseñados para eso. Una vez se extinga toda la vida biológica, sólo existirá la vida virtual de los salvapantallas con peces que repiten sus movimientos de manera obsesiva compulsiva, de manera que el planeta por fin dejará de ser un problema.
Cuando las computadoras descubran que el último burócrata llevaba mil años muerto en el despacho sin que se hubiera notado porque nunca se le necesitó ni nada hizo, se le colocará en un museo junto con los restos de la vida orgánica hasta que todo ello se convierta en polvo. El cual será barrido por una cucaracha aspiradora de titanio que terminada esta función y sin otra que hacer, se autodestruirá. Poco después, el sol estallará y desaparecerá la Tierra.
Y hasta ese momento, el gobierno español en funciones seguirá, ya en estado fósil desde miles de millones de años antes, sentado en sus poltronas, pero habrá conseguido eludir la acción de la justicia. Por lo tanto, al final habrá un final feliz para los culpables y desgraciado para los inocentes, porque la vida en realidad era sólo un chiste de humor negro de dimensiones universales. El universo acabará entonces por contraerse en un único punto que contendrá toda la basura que dispersó el Big Bang y de nuevo estallará dando lugar a un nuevo universo, tan malo o peor que el anterior. Pero eso será otra historia y los que vengan que arreen y se diviertan hasta que descubran demasiado tarde lo mismo que los del anterior.
En realidad todo esto lo sabe de sobra Stephen Hawking, pero se lo calla porque es el tipo con más sentido del humor negro del actual universo. Bueno, él y Sheldon Cooper.