No se parte.-Reanudemos los caminos de aquí, cargado con mi vicio, el vicio que ha desplegado sus raíces de sufrimiento en mi costado, desde que tuve uso de razón,-que sube al cielo, me golpea, me derriba, me arrastra.
La última inocencia y la última timidez. Ya está dicho. No llevar al mundo mis desganas y mis traiciones.
¡Vamos! La marcha, el fardo, el desierto, el hastío y la cólera.
¿A quién alquilarme? ¿Qué bestia hay que adorar? ¿Qué santa imagen atacan? ¿ué corazones destrozaré? ¿Qué mentira debo sostener? -¿En qué sangre, caminar?
Mejor, preservarse de la justicia. -La vida dura, el simple embrutecimiento, -levantar el puño descarnado, la tapa del ataúd, sentarse, ahogarse. Así, nada de vejez, ni de peligros: el terror no es francés.
-¡Ay!, estoy tan desamparado que ofrezco a cualquier imagen divina, impulsos hacia la perfección.
¡Oh mi abnegación, oh mi maravillosa caridad!, aquí abajo, sin embargo.
De profundis, Domine, ¿seré idiota!
J.Arthur Rimbaud
Una temporada en el infierno