No sé qué duele más

Belleza suicida bajo el calor de mil navajas, oscuridad ardiente que asciende como el humo insinuante hacia el techo, bocas sedientas padeciendo en un desierto de cemento ruinas fatales. Incendios de hielo que queman más que el propio infierno,vacío sideral, “bosques que asustan como catedrales”, soledades que arrancan de los gritos las voces. Y de nuevo la copa de vino. Esto no acaba aquí. Otra vez el humo ascendiendo por la habitación. Las cortinas, sensuales, hacen su danza entre sombras. Los gatos pasean sinuosos por los callejones, la luna cubre las calles de apacible silencio. ¡Por fin la calma y quietud hablan el mismo idioma! Aún estas cuatro paredes guardan en secreto los pecados de mi alcoba.
Como un depredador sin presa me retuerzo entre las sábanas, desesperada como un drogadicto sin su dosis y me pregunto el porqué de tantas cosas. En el espejo me reflejo y no me reconozco…y tampoco sé de tantos que con tanta ingratitud me han abandonado. Arde, pero es un dolor que no hiere. Temo cada minuto por si vuelvo a la sobriedad y a ser otra víctima más del sistema.
Vida, amor, muerte …no sé qué duele más.
Las 2:46 y no quiero que se acabe este baile de tinieblas. Respiro como puedo los vapores de lo eterno, me sumerjo entre sus aguas. Hago el amor con mi propia sombra, que es deseo y fiereza. No oigo más que jadeos y gotas de sudor cayendo por mi espalda. Es entonces cuando canta a coro un ajado corazón que amenaza con partir mi pecho en dos. Desciendo a ras de suelo, rozo con mis dedos los más bajos instintos y me siento con más vida que nunca. Como una descarga eléctrica me detengo, todos mis músculos se rebelan por unos instantes contra mi propósito. Desfallezco por unos segundos sintiendo el peso de las culpas. Pero hace algún tiempo que siento cierto desdén por las normas. No hay río ni arroyo que arrastre de mi cuerpo las ansias de libertad. Como un volcán desenvuelto en peligros, el placer va entrando por mis poros y nada va impedir este baño de hedonismo.