Perdón por no actualizar hace más de veinticinco días. En realidad el perdón me lo pido a mí, pero si sintieron mi ausencia a ustedes también, aunque no creo.
Me llevé tres materias a diciembre. Una vino de yapa, no pensé que me la había llevado. Matemática me costó muchísimo y me resultó muy pesada ya que tuve que vivir en el profesor particular, pero finalmente me la saqué de encima y terminé la escuela secundaria.
Como ya les había dicho en alguna ocación, todos los sábados hago actividades educativas no formales con chicos. Del 4 al 7 de enero me voy con mi grupo de campamento, por lo que estuve, a la par de los estudios, yendo a reuniones y juntándome a planificar las actividades casi todos los días de diciembre.
El 24 me fui con mis amigas a San Clemente. La nada misma, pero genial. Lo pasamos increíble, abusamos del playlist de Spotify de las mejores canciones del 2014, que notamos que por primera vez las cinco coincidíamos en que nos gustaban las canciones (por lo general me putean por la música que escucho y no me dejan ponerla), tomamos mucho mucho sol (soy un carbón) y comimos comida congelada 24/7. Vivan las patitas con puré cheff, marca registrada de nuestra infancia y nuestros sábados a la noche en el club.
Ayer a la noche volví y en una hora tengo que ir a terminar de planificar el campamento y hacer los materiales que me faltan.
Tengo una noticia que me hace muy feliz y les quiero compartir, un post pendiente de unas compras increíbles en avellaneda, y aunque no sé si review del libro, hablarles sobre Éramos unos niños, que se lo robé a mi hermana en septiembre y devoré en dos días en la playa hasta el llanto. (Libro del que Luci habló en su último post en Wild Flavor).
Les escribo con mi gato hecho una bola, con las patas sobre su propia cabeza encima mío, ansiando el día en que no me tenga que poner una alarma para despertarme, como pasaba hace dos o tres vacaciones.
QUIERO UNA MÁQUINA DE ESCRIBIR.
Y me voy a teñir de gris.