No finjas que sigues siendo la de siempre, sabes que no. Y lo peor de todo es que no sabes si te gusta lo que eres.
No sabes si echarle la culpa al trabajo, a madrugar, a la maternidad, al fin de mes, a la ITV del coche...
Tú ya no eres la misma y lo sabes.
Lo sabes, porque hace años te prometiste no convertirte en lo que ahora eres:
Una mujer cualquiera.
Y no es malo ser así, pero tú tenías sueños más grandes, tú siempre quisiste ser otra persona. Tenías en mente otra versión de ti... de ella.
Tenías perfectamente clara la imagen que esperabas ver en el espejo cuando pasasen 15 por tu vida.
Mirabas a tu madre y te decías ¿Qué sabrá ella? Es cierto, quizás no supiese lo que tú pensabas, pero sabía lo que tú querías, tal vez porque ella lo quiso antes que tú.
Te prometiste a ti misma tener al novio más guapo y popular de la facultad de Ingeniería pero acabaste saliendo con el chico menos popular, aunque era el que más te gustaba.
Y con el tiempo acabaste casada con el primo de un amigo que venía de vacaciones a tu pueblo... Y la facultad que conocía no era la de Ingeniería, era la "escuela de la calle".
No te importó. Ya se sabe, el amor es ciego y no es materialista. Hiciste lo que tu corazón te pedía y el amor no se mide por la extensión del curriculum vitae.
También te prometiste terminar tus estudios y ser una ejecutiva de alto nivel.
La realidad es que has bajado de nivel hasta el subterráneo donde ahora haces labores de limpieza... Sí, a eso se le llama caer bajo (o adaptarse a los tiempos que corren, llámalo como quieras).
Te prometiste ser perfecta como madre, como esposa, para que a día de hoy compruebes que tus hijos "pasan de ti", porque ya no eres moderna. Y respecto a lo de esposa... A algunas no les queda de ese nombre más que poner delante "ex -posa".
No tienes Snap chat, ni Instagram... Haces un leve intento de tener tu espacio en las redes sociales creando un Facebook para colgar las fotos de los viajes que soñabas hacer, las fiestas que pensabas vivir y los triunfos que querías compartir.Pero hoy en día sólo subes las fotos de la primera comunión ... de tu cuarto hijo.
Te decías a ti misma que tenías un cuerpo espectacular, hasta que cambiaste las sesiones de "running" por charlas telefónicas con el pediatra, por cambios de pañales a deshoras y por planchar la camisa a tu "honorable hombre" (que tiene una reunión importante y él no plancha).
Dejaste de salir con tus amigas porque "era un coñazo" coger el coche y aparcar en el centro, después de 2 horas de "chapa y pintura" para que nadie viese en tu rostro "el paso de los años".
Era un coñazo y además, tus prioridades cambiaron... Ser madre te hace ser tonta en ocasiones, olvidando que eres (además de un biberón andante, cirujano,profesor particular, psicólogo infantil...) una persona con aspiraciones.
Sí, te prometiste seguir haciendo yoga, pero ¿para qué? Apenas hay tiempo en tu rutina para encender incienso y poner en el suelo una esterilla...
¿En qué momento dejaste de existir?
Dejaste de existir cuando dejaste de escuchar las canciones a todo volumen mientras fregabas la cocina.
Cuando dejaste de comprar lencería sexy para acabar usando la braga-faja que te estiliza. Cuando dejaste de maquillarte para ir al trabajo, porque... ¿A quién le iba a importar? (estabas casada y eras madre...no hacía falta nada más para sentirte bien).
Cuando dejaste de ponerte tacones de infarto porque tú marido era más bajo que tú y no querías que se notase la diferencia.
La diferencia vino después.
Cuando la que menguó fuiste tú durante todos esos días de concesiones, de dar tanto... o simplemente, de no pedir nada para ti.
Cuando dejaste de celebrar tu aniversario de boda porque ya no eras tan cursi y el amor hay que celebrarlo todos los días. ¡Ya van 25! ¿ Y Quién los cuenta?
Cuando dejaste de ir a los conciertos de tus ídolos para asistir a los conciertos que le gustan a tus hijos.
Dejaste de existir cuando dejaste de creer que merecías algo mejor, cuando te conformaste con lo que "te toca vivir", como si fuese un destino inexorable.
Dejaste de ser tú, para ser sólo sombra.
Muchas y muchos dejamos de ser nosotros mismos y sin darnos cuenta se apodera de nosotros la rutina, la prisa, el tiempo que nunca es suficiente... Y dejas de ser la que querías ser, la que esperabas ser, para ser otra.
Otra que no se parece en nada a ti, aunque te mires al espejo y veas que hay rasgos en común, no te confundas.
Esa imagen de ti no baila en la cocina, no hace talleres creativos, ni sale con amigas, ni se pone sexy cada noche o se maquilla cada día...
Nos merecemos ser esas personas que un día soñaron con conquistar el mundo, aunque desde lejos algunos sigan diciendo que: Ya no tienes edad, ni cuerpo, ni mente ni estatura.
¿En qué momento dejaste de ser tú?
¿En qué momento dolió más perder a tu pareja que perderte a ti misma?
¿Cuándo importó más lo que quisiera el otro a lo que realmente tú necesitas? ¿Cuándo dejaste de creer en lo que vales para regalarte a cualquiera en cualquier cita?
¿Cuándo fuiste tan idiota de creer que cualquier momento de la vida es el fin...cuando realmente es un inicio de una próxima vida?
Ahora ante la próxima llegada de un año más en mi haber... Me pregunto si de verdad quiero seguir siendo la misma.
No quiero perder lo que soy, lo que me gusta... Pero hay muchas personas que se alejan de su propio yo cada día, que olvidan lo que aman, lo que desean, lo que les satisface para cumplir falsas expectativas.
Nunca se debe perder la fe, el amor y la autoestima...
Debemos querernos a nosotros mismos por encima de casi cualquier cosa (está mal que lo diga) pues nosotros debemos cuidar de nuestro cuerpo y nuestra alma... Nadie lo hará por nosotros.
Seamos egoístas.
De vez en cuando toca recalcular la ruta y ver si dónde estamos nos acerca a dónde queremos llegar.
Dejemos de creer en convencionalismos que nos alejan de lo que queremos ser en realidad porque la sociedad nos dice que hay cosas para cada edad...
Yo voy a seguir bailando mientras barro la cocina... Le pese a quién le pese.
Y vosotros ¿qué opináis?