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La felicidad no se puede medir por el desconocimiento. Así que regir la felicidad por cosas que uno cree que quiere no es la mejor opción. Nos hacen desear tantas cosas que creemos que las deseamos, y cuando, las conseguimos, nos damos cuenta de que no nos producen esa sensación que buscábamos o creíamos que íbamos a obtener. Básicamente, no sabemos lo que queremos, sino que lo vamos aprendiendo. Lo que queremos lo vamos sabiendo por la experiencia. Vamos probando y seleccionando lo que nos gusta y lo que no nos gusta. O bien, vamos apartando, por simple deducción, lo que no nos gusta; vamos a por lo que intuimos que nos va a gustar. Pero es pura creencia. Por eso, basar la lucha de tu vida por conseguir cosas que crees que te van a hacer feliz, es ir directamente a un callejón oscuro de tu existencia. La felicidad les viene por no aceptar lo que no les gusta, una vez hayan experimentado las consecuencias de haberlo probado. Si no les gustan que le roben, no admitan a los ladrones. Si no les gustan los corruptos, no vote a corruptos. Si no les gusta su trabajo, ah, amigo, si no tiene otro, toca aguantarse. Si no tienes vacaciones, también. Estamos rodeados de impedimentos, así que elucubren sobre lo que quieren o no quieren, sobre lo que están seguro que no quieren. Así, sus resoluciones sobres cuestiones sociales y políticas cotidianas se aclararán mucho. Y ahora, trasladen la idea a lo emocional.