Revista Cultura y Ocio

No se vende un abrigo

Publicado el 26 octubre 2017 por Icastico

Veinticuatro de octubre. A las puertas de noviembre. He salido a dar mi paseo preventivo. Sol, calor, sequía. Muy inusual en mi tierra, Galicia, en esta época. Sudo. Entro en un bar. ‘Interiorizo’ un café con leche y dos churros, ambas cosas poco preventivas. Cojo un periódico. Una micro conversación distrae mi concentración y me sume en una reflexión de segunda o tercera mano, ya la tenía usada.

Una señora mayor, o de cierta edad, incluso supuestamente pensionista, con el carro de la compra a su vera, tomaba un ‘avance’. Veo entrar a la propietaria, joven, de una conocida tienda de moda de marcas caras. Empiezan ambas a hablar del tiempo, haga el que haga es obligado hablar de él cuando no existe mayor nexo. El tiempo es el pre calentamiento de cualquier conversación. La primera mujer dice a la recién llegada que le gusta este tiempo, que se encuentra bien. La respuesta inmediata es ‘si, pero no se vende un abrigo’. Esa fue toda la preocupación que hubo, puedo entenderlo. Aunque debería saber adaptarse como comerciante; hay almendros y otras plantas que están floreciendo estos días, reaccionan. No pude seguir leyendo. Es algo que me roe roe, no lo del abrigo sino lo del clima. Salgo a la calle. Me encuentro con un amigo que paseaba a un sobrino nieto. Voy a dejar al nene y luego, a la playa, dice. Al despedirme entré en barrena con estas dos pinceladas.

No sé si es un ejemplo de cortoplacismo, de ombliguismo, relajación, inconsciencia o pragmatismo exacerbado. Cada uno habla de la feria según cómo le va en ella, se suele decir. Pero la feria es nuestro planeta. Las veces que he intervenido en este tipo de charla acabo diciendo ya lo pagaremos, hace falta lluvia, no es normal y encuentro siempre similar contestación: hay que aprovechar, mientras eso no ocurra disfrutemos, yo no puedo hacer nada, es lo que hay. Se supone que es ser positivo. O tener visión positiva.

Luego, cuando no quede agua, cuando algún familiar sufra de enfermedad respiratoria debido a la contaminación entrará el agobio e iremos contra los responsables mientras nos quejamos porque limitan el uso de MI coche para llegar a urgencias, al trabajo o la la tienda de al lado, todo es imprescindible. Apearse de la comodidad es demasiado sacrificio, aunque sea para salvar la casa de todos. Tal vez si fuera solo la de uno nos moveríamos más. Y así nos pillará el fin del mundo, gozando. Estar tan pendientes de gozar a todas horas hará inevitable nuestro sufrimiento.


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