Revista En Femenino

No sin mis hijos

Por Mamaenalemania
En mis cada día más frecuentes visitas mentales a la parra, suelo ejercer el autoconsuelo indiscriminado.
Y, para qué negarlo, se me da de cojonen.
Durante esos escarceos anímicos especulo yo habitualmente con el trauma que le causaría a mis polluelos ver a su madre consumida por el titánico esfuerzo de limpiar a diario, o sofocada por los vapores de la plancha, o compungida porque no le ha subido el bizcocho.
A falta de tiempo, pensaba, cualquier cosa que justifique este desaliño.
La suerte o el destino, además, a bien tuvo hacerme alumbrar en exclusiva portadores de testículos, porque a la abulia doméstica le acompaña siempre, por imperiosa necesidad, la estética.
Consciente de que el trío calavera algún día suspirará por - o hará suspirar, que para el caso lo mismo da - una rubia te(u)tona, su manía de existir encolado a mi vera me exhortaba convincente a relegar el cultivo de mi facha.
En esos mis garbeos siderales me palmeaba yo el lomo con dulzura, susurrándome argumentos edipistas a mansalva. Soy la única mujer que vive en esta casa, me decía, no tienen con qué comparar. Además soy su madre, me añadía, y por derecho me corresponde su primera petición matrimonial.
Pero hete aquí que desde hace unas semanas algo andaba torcido. Al principio pensé que sería la edad, que les hace crecer y esas cosas; y si les soy sincera, les confesaré que, después de tantos años, llegué a alegrarme un apicito de poder pernoctar a mis anchas.
Mas la perplejidad me sobrevino cuando, una mañana, descubrí que no es que hubiesen empezado a apreciar sus camas, sino que habían comenzado a ovillarse al otro lado de la mía. En el flanco del Maromen.
Días llevaba preguntando la razón de este desplante y, como única respuesta, se me encogían de hombros y miraban para otro lado. Los tres a la vez.
¿Le querrán más a él? ¿Estaría pasado el arroz del domingo? ¿No desprendo suficiente calor por las noches? eran cuestiones que me atormentaban desde entonces.
Hasta hoy, que he decidido dejarme de conjeturas y suplicar directamente. Esta noche os volvéis conmigo. Por favoooor.
Su intercambio de miradas cómplices y el inmediato redireccionamiento ocular a la punta de sus pies, debería de haberme puesto en alerta. Nada bueno podía llegar tras una reacción tal. Aún así no me esperaba que el Mayor cogiese aire, envalentonándose, para confirmar lo evidente.
- Mamá... es que...
- ¿Qué?
- ...
- ¿¡Es que qué?!
- ... que pinchas.
Y, ahora, si no les importa y aunque aquí ya sea casi invierno, voy a depilarme - e hidratarme - las piernas, que quiero recuperar a mis hijos.

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