Hoy he ido al Banco Bilbao Vizcaya Argentaria a pagar el impuesto de circulación del coche. Al entrar por la puerta lo primero que me he encontrado era una Máquina.
-Buenos días- he dicho.
Y nada. Claro, enseguida me he dado cuenta de que era una Máquina así que me he dedicado a inspeccionarla. Después de un ratito, he deducido que el funcionamiento era similar al expendedor de números de la carnicería donde va mi madre, pero más sofisticado. Podías elegir entre dos opciones: cliente del BBVA o no cliente. Yo he escogido la segunda y me he sentado tranquilamente a esperar mi turno en un confortable banquito que tienen enfrente de las cajas. Además solo había un cliente delante así que he sonreído contenta por tener suerte en un banco por primera vez en mi vida.
Entonces ha llegado Jose Antonio, ha cogido número, se ha sentado, y cuando ha acabado el cliente al que estaban atendiendo han llamado:
– Jose Antonio, por favor-
Y por eso sé como se llama y por eso ha pasado por delante mientras yo le miraba con los ojos como platos. Claro, Jose Antonio es cliente del banco y entonces, según he deducido al instante – y porque lo ponía en un cartel – Jose Antonio tiene prioridad por delante de los no clientes y por eso le atienden antes.
Mientras mi cerebro procesaba esta información, y cruzaba los dedos mentalmente para que no entrara nadie mas y menos con el título de cliente, han entrado Ildefonso, María Luisa y Sebas. La Máquina les procesaba con una sonrisa – no se la he visto pero sé que la tenía – por delante de mi y el cajero les iba atendiendo uno a uno, mientras yo echaba raíces en el banco.
Entonces me he empezado a preocupar porque es la típica historia que se puede complicar mucho en un momento. Así que al siguiente que ha entrado, como le he visto cara de cliente, me he echado a sus pies llorando y le he rogado por todos los santos que le dijera a la máquina que no era cliente, que yo llevaba ya horas esperando y se me estaba deshaciendo el dinero con el que iba a pagar entre las manos. Me ha mirado con cara de pocos amigos y me ha contestado:
– Pues hazte cliente-
Qué genial idea, he pensado. Pero para hacerme cliente, cuando he vuelto a consultar a la máquina, tengo que decir que aún no lo soy y esperar a que pasen todos los que tengo delante. Y ahora ya están también Pablo, Lourdes, Alfonso… No sé que hacer. Por momentos pienso que tampoco es tan importante tener pagado el impuesto de circulación del coche, total, si circula igual. Luego me entra la angustia y se vuelve a abrir la puerta y miro a la Máquina y le hablo y no me contesta.
Si a alguien se le ocurre alguna idea…
Que venga, que estoy en el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria.
Y no soy cliente.