Foto de portada por: Victor Bezrukov
'Rien ne vous tue un homme comme d'être obligé de répresenter un pays'
*Jacques Vaché
Hace más de 10 años atrás, leí en el diario La Nación de Argentina un reportaje al escritor español José Ovejero, quien había ganado el premio Grandes Viajeros 1998 por su libro 'China para hipoconcríacos'. En dicho reportaje citaban un extracto del prólogo de dicho libro, en el cual Ovejero hablaba de dos palabras del idioma alemán muy dificiles de traducir a otros idiomas si no es explicándolas: Fernweh y Heimweh. Ambas, explica Ovejero, terminan con 'weh', que significa dolor, pero difieren en el prefijo: 'Fern' significa lejanía, mientras que 'Heim' quiere decir hogar. Y continúa diciendo:
'Heimweh, la añoranza del hogar, es esa sensación que asalta a los niños que se encuentran durmiendo en casa ajena, en la de los abuelos por ejemplo, y que no conoce consuelo ni entiende de argumentos. Cuando al niño le sobreviene esa añoranza, lo único que puede paliarlo es la presencia de los padres y, a ser posible, el regreso al hogar, a los olores, ruidos, colores familiares. Pero tampoco los adultos son inmunes al Heimweh; por eso tantas personas, hayan sido o no felices en su infancia, insisten en regresar a los lugares y a la compañía de las personas que frecuentaron en la niñez. Regreso a menudo frustrante , porque ya no hay padres que puedan a uno protegerle, o simular protegerle, del mundo, devolverle a la seguridad de lo conocido -lo conocido convertido ahora en un fantasma que asusta más que consuela-, y el calor del hogar se ha disipado, o peor, no existió nunca. Pero los seres humanos se niegan a asumir la destrucción o la inexistencia del hogar, e incluso, si pueden, lo llevan consigo, encerrado en fotografías u objetos (...)
Fernweh: aquí las cosas se complican aún más. La nostalgia o añoranza de la distancia, un desgarro que sentimos por no encontrarnos en lugares lejanos, entre otras gentes, en paisajes cuya apariencia desconocemos, escuchar ruidos cuya procedencia ignoramos, ver animales de los que no sabemos el nombre, soñarnos, si no protagonistas, al menos partícipes de historias de las que aún no habíamos oído hablar. Y de pronto nos entra el ansia de la búsqueda, la pasión por partir, quizás creyendo también que en otros lugares, en otro entorno, seremos más felices, más hermosos, más libres (...)
(...)Hay quien dice que el 'Fernweh' no es distinto del 'Heimweh', pero que el primero aquejaría a quienes nunca se sintieron a gusto en casa, son conscientes de ello y no intentan ocultárselo retocando los recuerdos como si fuesen fotografías de estudio; pero están convencidos que el hogar existe, sólo que aún no lo han encontrado, y no se halla en el pasado, sino en el futuro, en sitios que se desconocen. (...)'
De más está decir, a estas alturas, que yo pertenezco al segundo grupo de gente y la palabra Fernweh me representa de cuerpo entero, desde que tengo uso de razón. Esta sensación de no pertenencia al lugar que, se supone, debería sentirme arraigada y la correlativa incomprensión que provoca en quien nunca la ha sentido (siendo el Heimweh infinitamente más común que el Fernweh), han hecho que me interesen desde siempre las ideas de hogar, de pertenencia a un lugar determinado.
¿Qué es el hogar? ¿qué son las raices? ¿qué nos lleva a arraigarnos en un lugar y no en otro? ¿qué factores hacen que sintamos que pertenecemos a un lugar? ¿es hogar el lugar donde nacimos, el lugar donde estan nuestros afectos o puede haber algo más, diferente, que nos haga sentir en casa y, si es así, qué es ese algo más? En definitiva: ¿Nacemos en nuestro hogar o el hogar es también un lugar que podemos encontrar?
En un mundo en que las fronteras parecen diluirse cada vez más, donde viajar es cada vez más fácil y dónde los matrimonios interculturales son cada vez más frecuentes ¿la idea de pertenencia a una cultura, a un lugar se ve modificada? Cuando alguien que siente Heimweh se ve obligado por diversas circunstancias a emigrar ¿puede arraigarse en la nueva tierra o está condenado a morir sintiendo nostalgia de su lugar de origen, como en un tango? ¿Cómo viven el arraigo y el desarraigo quienes no quisieron partir y cómo aquellos que sí? Aquellos que sentimos Fernweh ¿cuando sabemos que encontramos el hogar? Sentir Fernweh ¿es no extrañar nada ni a nadie del lugar de origen?
Para explorar estos temas, le pedí a dos amigas, mujeres maravillosas, inteligentes y sensibles, que me dieran una mano contándoles su propia historia. En los próximos dos posts podrán leer a Sofía (argentina de nacimiento, criada en Paris durante su primera infancia, y actualmente residente en Curitiba Brasil) y a Laura (tambien argentina, de Buenos Aires, y actualmente residente en Zaragoza, España), y luego les contaré mi historia personal (bueno, algo de ella ;). Las tres historias son diferentes, porque distintos son los motivos y las circunstancias de la partida del país de origen, pero tienen coincidencias.
Estos posts, claro está, de ninguna manera pretenden agotar el tema, sino sólo brindar una idea de las emociones que uno enfrenta en estos casos, y que quizás puedan servirle a quienes están planteandose la posibilidad de emigrar. Por lo mismo, me encantaría que esta serie de posts quede abierta y que, si se animan, si viven lejos de donde nacieron, o piensan en partir, si nunca se encontraron en su pais de origen o sienten que jamás podrían dejarlo, me escriban y me cuenten su experiencia a [email protected], así la adjuntamos aquí en el blog.
Termino este post con la canción que le dio el título: Alberto Cortez y Facundo Cabral cantando 'No soy de aquí ni soy de allá'. Espero que les guste.
¡Qué tengan una hermosa semana y hasta el próximo post!
*'Nada mata a un hombre como estar obligado a representar un país'. Extraído del epígrafe del capítulo 1 de la novela Rayuela, de Julio Cortázar.