No soy yo, son mis genes

¡Viva!¡Aleluya!¡Yujuuuuuuuuuuuuu!
Los pocos cariñosos tenemos excusa: los genes.
Un equipo de investigadores, dirigidos por un grupo de psicólogos, de la Universidad de Georgia, Estados Unidos, han demostrado que si eres poco cariñoso, no es tu culpa, es la de un gen. Dicho gen, de nombre OXT, es responsable de la oxitocina, una hormona relacionada con el comportamiento.
Según el doctor Brian W. Haas, el cabecilla del asunto, la metilación (un proceso químico), restringe cuánto se expresa un gen, por tanto, un aumento en este proceso, provoca una disminución en la expresión, es decir, la cantidad de funcionamiento.
La cuestión es que recogieron la saliva de 120 personas y realizaron pruebas genéticas para mostrar los niveles de metilación en el gen OXT. Mientras tanto, los participantes pasaron una serie de pruebas para evaluar sus habilidades sociales. Las personas que tenían mayor metilación, presentaban más dificultades para reconocer expresiones faciales emocionales y eran más propensos a sufrir ansiedad por sus relaciones con sus seres queridos. Vamos, que no sabían bien lo que la otra persona expresaba con su cara.
Esto no quiere decir que no sean empáticos o insensibles, sino que simplemente les cuesta más relacionarse con la gente porque no entienden tan rápido como otras personas los sentimientos del resto. O sea, que si alguien no está pegado a ti como una lapa para demostrarte lo mucho que te quiere, no le digas que es borde, es que tiene el gen a medio gas funcionando.
Aquí la explicación a muchas situaciones incómodas, abrazos no correspondidos y miradas de odio hacia gente extremadamente cuqui. Es la mejor excusa que me podían haber dado.
Debería pasar este estudio a unas cuantas personas que conozco, así dejarían de intentar apachurrarme o ponerme ojitos. Es eso, o acabar despertando al gen asesino. Mi OXT está muy bien como está, dormidito, dejadle así. Y más en verano, con el calor que hace, como para estar pegado a alguien.