Revista Cultura y Ocio

No tan adicta...

Por Huele_rico

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Sonora abrió lentamente la cortina de la habitación que la contenia, la atmósfera de calma y silencio fue partida de tajo por una penetrante línea de luz; en una especie de danza fantasmal, casi deslizándose sobre esa ranura divisoria de polvo y paz logró verse a sí misma ligera y cautivada, para solo comprender que esta ocasión no necesitaría dar un solo paso para posarse en donde quería estar; por fin, después de tantas batallas había vuelto a su reyno. Observó casi deslumbrada por ese grito de luz y de inmediato se estremeció al tener la sensación de ver morir su reflejo sobre el espejo del cuarto. La línea estaba trazada, el camino, su camino, no tenía retorno; comprendió que no lo necesitaba mientras veía como su cuerpo se diluía gota a gota por la porcelana fría del lavabo. Levantó la mirada y en ese preciso instante tras ver el lúcido fulgor de un cuerpo femenino desabotonarse la moral; tuvo lo que los alcohólicos suelen llamar su último momento de claridad; vio, cómo algo casi inexistente la figura angelical de su pequeño Emiliano, lleno de luminosidad, acariciándole de manera sobrecogedora las ganas de vivir solo para él; aprendiendo a vivir de ella.
Poco a poco, sobre su piel, sintió el recuerdo del tacto de Emil, contundente y delicado, recordó esos ojos marrón a ratos displicentes a ratos cautivadores, se revolcó en esa eterna sonrisa chueca que ahora no hacía sino lijarle lentamente las ganas que crecían devastadoras e irracionables, envistiendo como tsunamis su bendito cuerpo de diosa, sus apetitos más boraces, sus necesidades más primigenias y comprendió, solo en ese instante, que todo lo que había sido justo en ese momento perdido en el tiempo se terminaba por diluir en esas últimas gotas transpiradas que inexorablmente explotaban sobre la fría porcelana del lavabo, solo así se descubrió completamente dispuesta, ansiosa, palpitante. Quiso penetrar las pupilas de ese cuerpo difuso que se perdía tras de sí, entonces respiró, y lo hizo sólo como quién sabe que esa inhalación no es más que el último aliento de calma extinguiéndose ante la inminente tormenta que se avecina, fue casi eterno. No hizo más que contemplarse detenidamente, exaustivamente poro a poro; saber que la disolución sobre el lavabo no era más que la necesidad de ser otra, de cambiar de piel, de desintoxicarse de aquello que no volvería a ser, que se negaba a ser. Sólo así tomó de su dedo lo último que le desprendería de su conciencia y la entregaría dispuesta, total a su necesidad, lo miró de reojo y lo metió en la bolsa trasera del pantalón untado Dolce & Gabbana que comenzaba a fugarse sinfónicamente de su cadera.
Qué te voy a dar  mi vida, cómo lo vas a querer muñeca?
Susurró casi delirante la voz rasposa del cuerpo completamente desnudo que le incendiaba la espalda y le calcinaba el oído? No respondió, no quería hacerlo.
No te escucho perra.
Flotó sobre la el cañón que ya había creado el tajo de luz, la atmósfera de polvo y calma se partió de nueva cuenta en dos, el cuerpo se le erizó al darse cuenta del frío que había dejado tras de si el pecho de su deliciosa compañía, cerró las persianas y solo así entonces, entrecortada sonó la voz raposa del ansia…
  …para nunca regresar.
Soñadores de sueños metalúrgicos, divisores de cuerpos húmedos y ocultos porque de eso y solo de eso trata esta vida!!! Y la música ese ese impresindible hilo conductor

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