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No tan indignos (la brújula)

Publicado el 23 junio 2011 por Alfonso

Desde que el pasado 15 de mayo el grito de “¡Democracia real, ya!” sacudiese los cimientos de una España mucho más concienciada, cabreada y endeble de lo que muchos imaginábamos, nada ha vuelto a ser lo mismo. Con las plazas y lugares emblemáticos de capitales de provincia y pueblos teñidos de los colores de quechuas; con las caceroladas, los abucheos, las broncas y la vergüenza al ver las actuaciones, y posteriores ¿disculpas?, de buena parte de las fuerzas de seguridad, especialmente de los Mossos d'Escuadra -no sentía una turbación y asco, igual desde el 23-F-; con los esloganes, las proclamas, las asambleas con profesores impartiendo sus charlas en las calles, los miles de indignados marchando a grito de “No nos representan”, los desahucios parados a última hora -sobre la dación del piso como cancelación de la hipoteca: allá la banca si ayer manipulaba las tasaciones para conceder préstamos a quien caminaba por la cuerda floja: lo digo de primera mano-; con los fascistas enseñando los dientes al pronunciar el término perroflauta al referirse al acampado,y los insultados desarmándoles al no devolverles en la misma moneda; con las conversaciones subidas de tono en los almuerzos familiares, las cenas con los amigos, los cafés con los compañeros de trabajo -otra vez la maldita crispación sobrevolando nuestras cabezas-; con las grabaciones y fotografías del descontento trasmitidas al pájaro Twitter ipso facto, antes de que ningún salvapatrias pueda erigirse en censor por el bien general, haciendo uso inmediato de la velocidad de la www -¡he visto a algún tertuliano que tenía por sensato demonizar la telefonía móvil!: en su descargo diré que no era hora cercana a la medianoche- para escarmiento de las emisoras de radio y televisión y prensa generalista, que no se enteran de la misa la media y reclaman su privilegio a la hora de ser informados de los acuerdos y convocatorias por parte de los actores -el periodismo será digital o no será- la Spanish Revolution ha sido una realidad esperada, deseada y agradable. Y está para quedarse. Al menos mientras haya libertad de expresión, que quién sabe.
Pedir soluciones y propuestas a un movimiento ciudadano, invertebrado, en el sentido de comunidad sin un esqueleto que mueve sus partes acompasadas y al unísono -una de las peculiaridades que más descolocan a políticos y analistas-, es no haber entendido nada: no está el 15-M para decir lo que dar respuestas, sino para criticar en lo que se está haciendo mal o ni siquiera se plantea, incidir en los peligros que se avecinan, reclamar la cuota de participación de la sociedad civil y su capacidad de decisión. Decir que ya está todo controlado, que dejándoles manifestarse la democracia demuestra su grandeza, y ahora a seguir cada uno a lo suyo -¿qué hacemos si el desempleo es nuestro día a día?, ¿buscar trabajo?, ¿cómo, dónde?-, es otra estupidez: si el número de votantes posibles se dividiese por el número de representantes, pongamos del Parlamento, y no se hiciesen trampas (ajustando el número de votos en las urnas por el de escaños, despreciando el abstencionismo o rechazo) más de cuatro sillones quedarían vacíos. Los políticos se han hecho imprescindibles -me repito-, cuando la verdad es que están de más (véase el desgobierno de ese país llamado Koninkrijk België, Royaume de Belgique y Königreich Belgien -un disparate: ¡tres en uno y sin Presidente!-), preparados para morir por defender su plato de lentejas. Nadie duda que hoy manda don Dinero: íban a refundar el capitalismo y como el capitalismo les refundó a ellos, ellos nos fundieron a nosotros. Afortunadamente, no todo está perdido.
Se dijo aquí que el Indignados de Hessel era breve, legible y lúcido, pero, o a pesar de ello, falto de enjundia. No se puede decir lo mismo de Reacciona, libro coordinado por la periodista zaragozana Rosa María Artal, a quien un buen día, un día grandioso, visto lo visto, la joven cúpula de RTVE la exculpó de la tiranía del reloj y la ficha. Con textos firmados por José Luis Sampedro, Federico Mayor Zaragoza, Baltasar Garzón, Juan Torres López, Àngels Martínez i Castells, Ignacio Escolar, Carlos Martínez y Javier López facal, Javier Pérez de Albéniz, Lourdes García y la propia Rosa María Artal, Reacciona se ha convertido en el más importante texto en castellano que explica, o trata, las claves de la Crisis, cómo los españoles hemos perdido el orgullo, la razón, las amistades y el futuro en un tiempo récord. Y al hablarnos en nuestro idioma, de la idiosincrasia que tan bien conocemos, nos llega más: así que legible, clarividente, sustancioso y breve -cuando el pulgar de la mano diestra avisa que llegas al final y lo lamentas, siempre es poco-. Anticipándose a las protestas ciudadanas -la primera edición se publicó por Aguilar en abril- el libro viene prologado por Stéphane Hessel, a quienes muchos no dudan en llamar el padre de los indignados: siguen sin enterarse de nada, aquí no hay vínculos a la antigua usanza, si acaso modelos en los que fijarse.
Es por tanto que Rosa María Artal no es madre de ningún movimiento, que sería lo justo a añadir cuando se ensalza al nonagenario francés, sino compañera a quien atender y escuchar, con quien discrepar si es menester, pero siempre sin alzar la voz, mujer a quien el pasado no le pesa, le incomoda, ni acomodó, y que no perdió el norte en los años de los papeles subrayados y las noticias remuneradas. Punto cardinal que más de cuatro estábamos a punto de dejar de buscar hasta que aparecieron el 15-M y el Reacciona de la brújula Artal. Menos mal y gracias mil.
NO TAN INDIGNOS (LA BRÚJULA)
Rosa María Artal

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