No necesito deslizar mis manos
por la curva de tu cintura,
ni perderme en la laberíntica cadencia
de tus caderas bailando sobre mí.
Tampoco necesito el latido
de tu corazón palpitando sobre el mío,
ni saborear el sudor de tu piel,
la húmeda frambuesa de tus labios,
la tersura de tu espalda,
ni cómo convertimos, en un suspiro,
la oscura noche en mañana.
Y mucho menos necesito el terror
que me provoca ver cómo te alejas,
el temblor de mi labio inferior,
ni cómo mis lágrimas acarician tu mejilla
al decirme con un beso adiós.
No te necesito, cariño.
Ven y quédate conmigo.
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