Para quienes conocemos el paisaje de La Palma, nuestra tierra natal, algo nos da un vuelco en el estómago cuando los ojos detectan un nuevo elemento, ese que no figura en nuestros recuerdos infantiles. La ansiedad se aferra al encontrar las chimeneas, placas solares y tejados que sobresalen a lo largo de las dos grandes lenguas de lava que llegan hasta el mar, vestigios de más de mil hogares que se perdieron. Sabíamos que el nivel de presencia en los medios de comunicación que tuvo La Palma hace meses, iba a ir menguando a partir de que, el 25 de diciembre de 2021, se diera por finalizado el episodio volcánico. Pero, cinco meses después, los barrios perdidos siguen en su sepultura de lava.
La especulación en el precio de los terrenos para construcción y de la vivienda se empeña en demostrar esa frase del filósofo inglés Thomas Hobbes, El hombre es lobo para el hombre. La actitud de algunos turistas, que se intentan meter casi hasta la cocina de la desgracia para apoderarse de piedras volcánicas, a modo de souvenir, no ayuda en nada. Seguro que las organizaciones no gubernamentales y una legión de particulares desconocidos siguen apoyando a las víctimas del volcán, a quienes han perdido no sólo todas sus posesiones, sino también los puestos de trabajo. Pero La Palma necesita que no la olvidemos, porque la reconstrucción será lenta y costosa. Visiten la Isla, porque está más Bonita que nunca, y pongan su granito de arena en la recuperación, con el respeto debido al paisaje y a sus habitantes.
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