Revista Opinión

No te rias que es peor…

Publicado el 22 julio 2011 por El Tridente

NO TE RIAS QUE ES PEOR…

Desde un tiempo hasta ahora, la sociedad ha notado un incremento de lo que podríamos denominar “enfermedades raras”. Patologías sufridas por un bajo porcentaje de la población y que dadas sus extrañas características, no cuentan con tratamiento. Es más, algunas incluso se descubren en el momento de la consulta, o eso es lo que nos parece cuando nos toca un médico acostumbrado sólo a los catarros o gripes.

De estas enfermedades, la que por último me ha llamado la atención es la conocida como cataplexia. Y no se piensen como yo, que es la patología que te estira o contrae los músculos cuando realizas una cata, ya sea de vino o quesos. En este caso, la cataplexia es un raro trastorno del sueño que hace que la persona que la sufre, si vive emociones intensas, le provoque una pérdida del tono muscular y el consiguiente desvanecimiento.

El caso más extraño que se ha dado es el de una británica que no puede reír. La joven en cuestión si lo hace, debilita sus músculos de tal manera que se queda completamente dormida. Según como ha contado al diario The Sun, siendo pequeña llegó a sufrir estos colapsos hasta 50 veces al día. Y la última vez que recuerda haberse quedado dormida así fue cuando su hijo le contó un chiste.

¿Se imaginan ustedes tener que mantener el gesto adusto durante tanto tiempo? Qué cruel enfermedad que no te dejaría reírte de los chistes de Manolo Viera, disfrutar con las ocurrencias de Andreu Buenafuente o esbozar una sonrisa al ver lo mal que lo hacen los actores de televisión de las series españolas. Pero aún más duro tiene que ser tener una criaturita y no poder reírte con sus cosas, bromas o juegos.

Claro que si lo miramos por el lado bueno, con esto evitaríamos tener que reírle las gracias al pesado compañero de trabajo. Podríamos quedarnos dormidos porque nuestro cuñado ha hecho un chiste y aunque no nos ha hecho ni pizca de gracia, aprovechar la enfermedad para no tener que oír ni uno más. Y por último y en mi caso, como nunca aciertan con los regalos de Navidad, la inexpresividad de mi cara sería la salida idónea para tan incómodo momento. Así que a partir de hoy me declaro catapléxico porque además así, curaré el insomnio que me provocan estas editoriales.

Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…


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