No te vayas.

NO TE VAYAS…

Ven a mi pecho.

Siente que mi corazón late por tu piel, por tus ojos. Que late por tus labios que de amores versan tímidos en letra novicia…

Déjame sentir el aroma de tu ser impregnarse en mi temblorosa alma. En aquella sutil caricia que le da tu calidez a mi vida.

Permite me arrope en el manto de tu belleza.

Que a medianoche, y con la luna de testigo, busque caricias de esas que solo tú sabes darme.

Deja que tome el aliento de un nuevo día en el amanecer esmeralda de tus pupilas aletargadas. En esas donde lo único que hallo es el sosiego de mi alma.

No te vayas sin tomar el café de mis labios.

La cobija de un abrazo con sentimiento. Uno con fraqueza y corazón caliente… Ya sabes, uno de amor protector.

No le rehuyas a mis sentires más honestos. A mi palpitar desnudo. Ese mismo que de ritmo lleva el vaivén de tus sonrisas y el andar de tus caderas.

Seme honesta y reconoce que de noche nos queda poco. Pero de vida juntos, ha de quedarnos la eternidad que dure un beso nuestro.

Tranquila, no temas.

Ven, ven a mí…

Aquí te espero con la calma que la vida se tomó para prepararme. Con la vehemencia que tanto temes y con esa constancia necesaria para mimetizarme de lo que sea que necesites.

Dejame un beso.

Tal vez dos.

No pediré más a la vida.

Si tu eres el premio a mi penitencia, la repetiría una y mil veces. Una siesta, un suspiro, una caricia. Lo que sea que haga falta.

Que lo escuche tu corazón, que en susurro va mi ofrecimiento. Que no tema. Que no le de la espalda.

Que de loco me volviste.
Que de enamorado me hiciste y de amor solo el tuyo buscaré.

Lo que sea de mi vida en la tuya. Lo que sea, aún ahora, pero contigo.

Pero, por favor, no te vayas.